Madame Hyde es la historia de un milagro. Marie Géquil (Isabelle Huppert), una profesora gris, se encuentra apresada en un bucle de frustración, profundamente insatisfecha con su vida, pero incapaz de tomar un nuevo rumbo. A pesar de lo mucho que parece disfrutar de la física, asignatura que imparte en el instituto, su entusiasmo callado no llega a los alumnos que, como el propio director del colegio (Romain Duris), la ignoran y ningunean, cuando no maltratan psicológicamente. Un día, sin embargo, sucede lo impensable. Tras un misterioso encuentro nocturno con un rayo, en una fugaz incursión al género de la ciencia ficción, Madame Géquil vuelve al aula energizada, vigorizada: Madame Hyde se ha hecho con las riendas.

A Madame Hyde le sucede lo mismo que a su protagonista. El film, en el fondo, trata un argumento ya conocido, especialmente en el cine francés, que encontramos en un ejemplo tan notorio como La clase de Laurent Cantet. Los alumnos de las escuelas representadas, de diferentes procedencias y culturas, están siempre desmoralizados y se toman las clases como un juego, una provocación. Está en manos del profesor o la profesora al mando reconducir esa actitud hacia lo constructivo, un primer paso hacia un futuro más esperanzador para los jóvenes. Teniendo en cuenta la trayectoria de Serge Bozon, su estilo fílmico más bien estrafalario y su humor poco convencional, no siempre bien calibrado –como vemos en su anterior Tip Top (2013), demasiado dispersa y desconcertante–, Madame Hyde estaba destinada a convertirse en un ente peculiar, un acercamiento tangencial a la realidad estudiantil francesa. A decir verdad, ya podíamos percibir tal estado de extrañeza constante en Tip Top, en la que la mezcla entre una temática de naturaleza social y el incómodo humor de Bozon ya constituía un elemento central.

Sin embargo, en este caso, entra en juego un factor que dinamiza la propuesta: Isabelle Huppert. Habiendo participado también en la anterior obra del francés, cabría preguntarse qué hay de diferente en este caso, qué es lo que hace que Huppert brille en Madame Hyde cuando en Tip Top parecía desvanecerse. La compleja Madame Hyde (ese reverso energético de Madame Géquil) es la piedra angular de la película, mientras que Esther Lafarge, la inspectora de policía que encarnaba Huppert en Tip Top, devenía una figura unidimensional en el marco de un film coral. Hyde tiene todo el film a su disposición, desde el propio título que lo enmarca hasta los más sutiles recovecos de cada escena. La película se va construyendo a su alrededor con el objetivo de definirla y comprenderla, y para ello llegamos a su personaje desde diferentes frentes (masculinos): su alumno favorito, el colectivo de la clase, el director de la escuela, el aprendiz de profesor a su cargo, su marido…

Huppert se alimenta de esta atención, la siente en el rostro y juega habilidosamente con ella. Sin abandonar el estilo que Bozon incorpora a sus obras, la actriz encarna la incomodidad nerviosa de Géquil y la metamorfosea en la seguridad de Hyde, alumbrando un aplomo excéntrico, pero al mismo tiempo verosímil, sutil y poderoso. Madame Hyde es un claro ejemplo de hasta qué punto una gran fuerza interpretativa puede equilibrar una obra de tendencia tambaleante.