Madame Hyde es la historia de un milagro. Marie Géquil (Isabelle Huppert), una profesora gris, se encuentra apresada en un bucle de frustración, profundamente insatisfecha con su vida, pero incapaz de tomar un nuevo rumbo. A pesar de lo mucho que parece disfrutar de la física, asignatura que imparte en el instituto, su entusiasmo callado no llega a los alumnos que, como el propio director del colegio (Romain Duris), la ignoran y ningunean, cuando no maltratan psicológicamente. Un día, sin embargo, sucede lo impensable. Tras un misterioso encuentro nocturno con un rayo, en una fugaz incursión al género de la ciencia ficción, Madame Géquil vuelve al aula energizada, vigorizada: Madame Hyde se ha hecho con las riendas. A Madame Hyde le sucede lo mismo que a su protagonista. El film, en el fondo, trata un argumento ya conocido, especialmente en el cine francés, que encontramos en un ejemplo tan notorio como La clase de Laurent Cantet. Los alumnos de las escuelas representadas, de diferentes procedencias y culturas, están siempre desmoralizados y se toman las clases como un juego, una provocación. Está en manos del profesor o la profesora al mando reconducir esa actitud hacia lo constructivo, un primer paso hacia un futuro más esperanzador para los jóvenes. Teniendo en cuenta la trayectoria de Serge Bozon, su estilo fílmico más bien estrafalario y su humor poco convencional, Madame Hyde estaba destinada a convertirse en un ente peculiar, un acercamiento tangencial a la realidad estudiantil francesa. Julia Gaitano

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