Carlota Moseguí

Los reencuentros familiares pueden resultar extrañamente siniestros cuando los reunidos esconden traumas no resueltos, o al menos esa es la idea que han transmitido varias películas del Americana Film Fest en una edición donde han destacado los films sobre celebraciones derivadas en tragedia a causa de la negación del dolor. Así, tras descubrir Take Me to the River, Krisha y Wildlike durante el primer y el segundo día, le tocó el turno a la última ganadora del Festival de Sitges, The Invitation. El cuarto largometraje de la directora neoyorquina Karyn Kusama es una macabra exposición del daño psicológico que sufren quienes permanecen en el luto, resistiéndose a hacer frente a la ausencia. El film, presentado en el festival tejano South by Southwest, transcurre en el lapso de una noche, concretamente durante una velada donde dos padres que perdieron a su hijo volverán a verse, por primera vez, después de dos años, en la misma casa donde sucedió el incidente.

Existen distintas formas de lidiar con la tragedia, sin embargo ambas víctimas han optado por no hablar de lo ocurrido. En el caso del protagonista, Will (Logan Marshall-Green) intenta rehacer su vida con su nueva novia sin exponerse demasiado. Mientras que Eden (Tammy Blanchard) ha tomado otra vía escabrosa: la de unirse a una secta llamada ‘The Invitation’. El espectador no tarda en darse cuenta que el motivo de dicha cena, organizada por Edén y su nueva pareja, es convencer a los invitados para que se unan a esa comunidad, con la excusa de la conmemoración de la muerte del pequeño. Asimismo, el valor de la cinta radica en la capacidad de la autora para engañar al espectador, reservando la explosiva aparición del género hasta el final. En cualquier caso, The Invitation no es una película tramposa, más bien al contrario.

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Desde su arranque, el film adopta el punto de vista del padre, quien se halla en un perpetuo estado de alerta, pues se encuentra en el lugar menos seguro del mundo: el sitio donde murió su hijo. Los fantasmas del pasado le acechan, así como un extraño estado de paranoia que le hace creer que algo terrible va a suceder. Poco a poco el film se transforma en la representación del delirio mental del protagonista, que la directora resuelve combinando visiones espectrales y flashbacks con los sucesos de esa noche. De este modo, no será hasta un perfecto giro de guión cuando este thriller de terror psicológico se convierte en una escalofriante película de terror. Puede que la aparición del género tarde demasiado en surgir, pero el terror tiene un mayor efecto cuando se cuece a fuego lento.