Si los años 2000 se caracterizaron por una serie de películas románticas donde el protagonista, un hombre absorto en su propia inmadurez, era salvado gracias a la locura de la Manic Pixie Dream Girl de turno, la década de los diez destaca por un efecto en principio contrario. La mujer en el cine pasó a tomar las riendas de su propia narración vital y películas como la muy influyente La boda de mi mejor amiga –escrita por Kristen Wiig y Annie Mumolo– inauguró un periodo que iría desde las Girls de Lena Dunham a los personajes ideados por Amy Schumer y Greta Gerwig. Todos estos ejemplos parten de la figura de una mujer consciente de que no puede encontrarse a sí misma en el otro… pero que aun así lo busca. La comedia sigue siendo romántica pero aquí las protagonistas pasan por un proceso de deconstrucción marcado por una búsqueda interior, único camino para el encuentro con los demás. Es en cierto modo un romanticismo del yo. María (y los demás) responde también en parte a esa figura: la mujer que, pese a su inmadurez, se sabe responsable de su propio proceso y camino. Y, en este sentido, la ópera prima de Nely Reguera ofrece un personaje femenino complejo que no puede entenderse sin la actriz que lo lleva a la vida. Barbara Lennie es una de esas actrices en cuyo rostro puede leerse un guión entero; una actriz cuyo gesto está, al mismo tiempo, controlado al milímetro y dotado de una extrema naturalidad; tanto que resulta imposible creer que estemos ante un artificio. Endika Rey

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