Para sus detractores, Xavier Dolan, el joven director quebequés, no pasa de ser un narcisista ensimismado con su imaginario esteticista y acomodado en su rol de enfant terrible. Para sus seguidores, Dolan es un auténtico chico prodigio, un autor capaz de revolucionar el cine contemporáneo con su sensibilidad pop, sus ocurrencias surrealistas y sus melodramas a corazón abierto. Mommy, el quinto film de la irregular trayectoria de Dolan, da la razón tanto a sus detractores como a sus fans. Por un lado, demuestra que el director de Tom à la ferme tiene mucho que ganar cuando consigue liberarse de su propensión al exhibicionismo. Protagonista habitual de sus films, Dolan cede aquí el terreno escénico a una prodigiosa Anne Dorval, que devora la cámara en la piel de una madre coraje obcecada en proteger a su Edipo bipolar. Por otra parte, Mommy confirma a Dolan como un impetuoso fabricante de ollas a presión fílmicas: películas que, a la manera de John Cassavetes, se expresan como torrentes emotivos desatados, en una celebración apasionada i también algo ingenua del poder arrebatador del cine. Manu Yáñez

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