Joaquim Jordà era en 1999 un cineasta casi secreto, antiguo miembro de la Escuela de Barcelona, comunista emigrado en Italia, donde arrancó su trabajo cinematográfico, y ya de regreso en España, profesor del entonces recién nacido Master de Documental Creativo de la Universidad Pompeu Fabra. En el marco de ese Máster, Jordà había arrancado un proyecto documental en torno a la figura controvertida de Edgar Moniz, médico portugués inventor de la lobotomía, esa técnica agresiva para pacientes aquejados de enfermedades mentales aparentemente incurables, cuando en pleno rodaje, el director sufre un ictus, o infarto cerebral, que le obliga a un reaprendizaje casi total de funciones básicas como la lectura, o la escritura. Ese ictus, que Jordi y su codirectora, Nuria Villazán, integrarán en la película, es el que impone a la propia obra un proceso similar al sufrido por Jordà: una reescritura, un reaprendizaje, una reinvención en edad adulta, de todo lo conocido. Y así, la película se convierte en un diario, una performance, una investigación, y por último, un ensayo sobre la identidad, la memoria, la locura vs. la cordura, la normalidad vs. la anormalidad. Todas ellas, categorías de control, poder, herramientas ideológicas. Una de las películas esenciales para entender prácticamente todo lo que ocurriría apenas años más tarde, y sigue ocurriendo, en el mejor cine españo.

Programación ciclo “Mártires, malditos y desheredados”.