Con un solo título en su filmografía, Shim Sung-bo se ha convertido en un autor de culto dentro del género del thriller en Corea. Este realizador novel fue descubierto en el Festival de Toronto de 2014, donde presentó su sanguinaria ópera prima, Niebla. Sin embargo, no se trata de su primer acercamiento al género más fructífero de su país. Sung-bo está familiarizado con este tipo de ficciones –basadas en la exhibición de carnicerías macabras– por su colaboración como guionista en la aclamada película de Bong Joon-ho Crónica de un asesino en serie (Memories of Murder). En este sentido, el autor saca el máximo partido de unas herramientas que le permiten construir un relato a la altura de las revenge movies de Park Chan-wook, Kim Seong-hoon o Bong (también productor del film), sin llegar a plagiarlos; pues, ante todo, la dirección de Niebla destaca por su voz propia.

Presentada en la sección oficial de la penúltima edición del Festival de San Sebastián, Niebla destaca por su exposición de una violencia a gran escala, justificada por la denuncia de una injusticia social –la trama transcurre en 1998, a las orillas de un pueblo pesquero inmerso en la extrema pobreza debido a la intervención del Fondo Monetario Internacional–. Al igual que la anterior película de Bong, Rompenieves (Snowpiercer), Niebla expone la aniquilación del humanismo en un contexto adverso para la supervivencia. Aunque, en esta ocasión, los protagonistas no se hallan atrapados en el interior de un tren, sino en otro medio de transporte: un pequeño carguero que navega por el furioso y neblinoso Mar Amarillo.

La trama de Niebla arranca atípicamente. Mucho antes de conocer al protagonista del film (interpretado por un soberbio Park Yoo-chun), Sung-bo nos presenta a su jefe (Kim Yun-seok, futuro gran villano de la cinta), cuya caracterización remite al archienemigo de Chris Evans en Rompenieves. Como advertiremos en el preludio de Niebla, nos hallamos ante un hombre que creyó estar haciendo una labor humanitaria, cuando, en realidad, sólo pensaba en su beneficio económico. Un capitán de un barquero en quiebra que convence a los fieles miembros de su tripulación para hacer una última incursión en alta mar: un viaje que nada tiene que ver con la pesca, sino con una gran suma de dinero que conseguirán a cambio de llevar inmigrantes chinos a Corea del Sur. La violencia malsana –que en muchos episodios recuerda al histrionismo de los últimos títulos de Kim Ki-duk (sobre todo Moebus o One on One)– estallará en el mismo instante en que los polizontes pongan los pies sobre la cubierta del barco. Un error humano provocará una masacre que irá in crescendo hasta culminar en un apoteósico desenlace.