La decisión de Abel Ferrara de recrear el último día de vida de Pier Paolo Pasolini supone el encuentro entre dos hermanos de sangre cinematográfica, dos creadores tocados por la religiosidad y la desconfianza en los valores de la sociedad de consumo. Un encuentro de artistas libres e incómodos que toma forma en un film que navega fluidamente –casi como un flujo de consciencia– entre escenas de la intimidad del realizador italiano y representaciones de Petróleo y Porno-Teo-Kolossal, la novela y la película que Pasolini dejó inacabadas. La película adopta puntualmente un tono elegíaco para retratar el crepúsculo del director de Teorema, pero no estamos ante una obra oscura o mortuoria. Ferrara se resiste a asumir la teoría de que Pasolini iba en busca de su muerte, y lo presenta como un hombre entregado a su arte y a la defensa de sus ideales. Ferrara se mira en el espejo de Pasolini y lo que encuentra es luz, espíritu crítico, ternura y pasión. MY

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