¿Cuántas películas se atreven, hoy en día, a hablar de la poesía como un eje fundamental de la existencia humana? La nueva pieza de orfebrería fílmica del director de Extraños en el paraíso nos presenta la vida cotidiana de su protagonista –encarnado con pasmosa sobriedad por Adam Driver– como un oasis romántico, contemplativo y esencialmente poético. Una existencia humilde y disciplinada retratada a lo largo de siete días consecutivos, una semana en la que Paterson hace poca cosa más que conducir su autobús, observar y escuchar a quienes le rodean, y escribir unas odas a lo cotidiano que son en realidad textos del ya septuagenario Rod Padgett, miembro de la Escuela de Nueva York junto a John Ashbery, Frank O’Hara y compañía. El fuerza lírica de Paterson se filtra por todos los poros de la película: está en los textos de Padgett, en las continuas referencias a la obra de William Carlos Williams, en la relación entre las imágenes y la banda sonora de Sqürl (grupo formado por Carter Logan, Jarmusch y Shane Stoneback) y, sobre todo, en una estructura narrativa que apunta a un embriagador ejercicio de repetición con variaciones. Manu Yáñez

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