“Uno empieza a entender su propio trabajo cuando lo comparte con el público, cuando empieza a ver las reacciones, las emociones, las ideas que derivan de ella. Antes son apenas intuiciones, ideas sueltas… Hacer una película es casi un ejercicio de convicción. Y la película habla sobre eso. Sobre la convicción, sobre la justicia, sobre la política, a través de un personaje femenino muy particular como el de Paulina”. Así recibía el argentino Santiago Mitre el premio de la Semana de la Crítica en Cannes en 2015 por su segundo largometraje de ficción en solitario. Con su tercero, La cordillera, ha vuelto este año al certamen francés, a Una cierta mirada, que ha decidido adoptarlo como uno de sus jóvenes talentos favoritos. En Paulina recurre al tono de fábula con el que debutó en El estudiante, que se pudo ver en el Festival de Gijón, para narrar la historia de una abogada que, tras ser violada, decide no renunciar a la misión que le ha llevado a trabajar en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Curiosamente, Paulina entabla un diálogo muy interesante (y necesario) con la nueva película de Roser Aguilar arriba reseñada. Fernando Bernal

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