Víctor Esquirol (Festival de Locarno)

Krabi, 2562 es el fruto de la asociación artística entre el británico Ben Rivers y la tailandesa Anocha Suwichakornpong, dos cineastas que presentan su nueva obra en la sección Moving Ahead del Festival de Locarno, certamen que ha albergado su estimulante itinerario artístico. Y, de hecho, Krabi, 2562 nos presenta un viaje… un recorrido que, como cabía esperar de estos inquietos y heterodoxos cineastas, invita a expandir las fronteras de la propia idea del viaje. No se trata solo de explorar un espacio exótico, sino también de descubrir las líneas temporales que conviven en éste. ¿La trama (si podemos llamarla así)? Un actor se toma un merecido descanso entre toma y toma del rodaje de un anuncio de un refresco. Durante este paréntesis, se adentra en la frondosidad de la selva, y ahí choca con un hombre de las cavernas, una suerte de eslabón perdido no solo de la evolución humana, sino también de la Historia tailandesa.

Interconectando lo geográfico, lo etnográfico y lo político, Rivers y Suwichakornpong proponen una visita que nada tiene que ver con los paquetes turísticos que, en estos momentos, hacen furor por todo el sureste asiático. Reivindicando la dimensión espiritual del viaje, los cineastas encantan la atmósfera del film invocando una presencia fantasmagórica. La narración aparece escindida en varios frentes, una disgregación que invita a perder el hilo. De hecho, uno de los personajes de la película, una localizadora de escenarios, desaparece misteriosamente, y lo que en una película convencional activaría una trama policial, aquí –resiguiendo esa línea modernista que va de La aventura de Antonioni a O ornitólogo de João Pedro Rodrigues– evoca el placer incomparable de no ser encontrado.

En definitiva, los momentos más inspirados de Krabi, 2562 (más allá de la elocuente denuncia de los brutales mecanismos de control ejercidos por el régimen militar tailandés) son aquellos que despiertan, en plena naturaleza, una especie de síndrome de Stendhal. Un vértigo que, según los directores, surge de la comprensión del contexto histórico y del respeto hacia los habitantes del lugar. Un pulso contemplativo que, sin solución de continuidad, se transmuta en lo que cabría definir como una película de Hong Sangsoo protagonizada por el mismísimo Oliver Laxe, en la piel de un cineasta que, durante un rodaje, debe negociar con su propio ego y sus anhelos sexuales. Tal cual, y recordemos, a tales efectos, el díptico compuesto por The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes Are Not Brothers de Rivers (protagonizada por Laxe) y Mimosas de Laxe. El resultado de este cóctel observacional-narrativo es el desembarco en una dimensión marcadamente intangible y misteriosa.

En este sentido, la sociedad Rivers-Suwichakornpong vuela alto. Krabi, 2562 es cine simbióticamente vinculado a los ritmos vitales de un territorio que, a través de su calma y pausa, pide no ser domado. La dupla de cineastas respeta la voluntad de lo contemplado, amoldándose a ella, impregnando su creación de esa paz de trasfondo onírico a la que aspira la nación tailandesa.