“Personal Shopper está hecha de temas que no deberían coexistir, pero Assayas no trabaja esta mezcolanza posmoderna con ironía, sino igualando el tono de la propuesta, y tratando con la misma seriedad todas sus partes: las secuencias sobrenaturales son genuinamente inquietantes, y en ellas el director mide los tiempos, el sonido y el espacio como si llevara toda la vida dirigiéndolas”. Así calificaba Gerard Casau en este mismo medio el film de Olivier Assayas en una doble crítica en la que Diego Batlle subrayaba en su parte que la película no merecía en ningún caso la forma en la que fue recibida en Cannes. Esa primera reacción (incluso con abucheos) de parte de la cinefilia en primera línea del campo de visionado no impidió que la película obtuviera el Premio al Mejor Director y que se pueda considerar como una de las obras más inquietantes, perturbadoras y repleta de lecturas (o deslecturas) de su director. Lo que es mucho decir. En un lugar donde no florece ningún género concreto –entre el thriller psicológico, lo sobrenatural y el drama hermético, por ejemplo– sitúa el director a esta asistente personal de una estrella en decadencia que interpreta de forma inquietante (para festejo de su cada vez mayor número de fans) Kristen Stewart. Una actriz que ya hace tiempo clavó una estaca a sus recuerdos vampíricos. Fernando Bernal

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