En 2008, un cineasta desconocido nos enseñó algo aterrador: los terroristas también sabían filmar, y discutían sobre los mejores planos para rodar sus atentados. La constatación del poder de las imágenes, más allá de la superficialidad del consumo tradicional, era uno de los temas de la primera película del argentino Mauro Andrizzi, programador durante siete años del Festival de Mar del Plata, que salía de Argentina para descubrirse como un auténtico cineasta. Aquella discusión cinematográfica sobre la imagen justa, o la justicia de una imagen, tenía lugar fuera de cámara en una de las primeras secuencias de Iraqi Short Films, seleccionada en el FIDMarseille y pronto consagrada como una de las películas esenciales para asomarse al entonces apenas naciente abismo de las imágenes del terror y la multiplicación de pantallas, dispositivos y espejos por los que desfilan hoy en día las imágenes que parecen reemplazar incluso el mundo real.

Iraqi Short Films era, en apariencia, una película sencilla: durante meses, Andrizzi se adentró con la ayuda de un traductor en aquellos foros de internet en los que los Yihadistas suben los vídeos de sus hazañas para alardear y expandir el odio, antes de borrarlos rápidamente, para evitar ser detectados. Andrizzi descargó megas y megas de material, no solo yihadista, sino también de las tropas aliadas, y con ellas compuso una película que vista hoy, casi seis años después, resulta casi premonitoria: allí estaba todo, lo que había ocurrido, pero también lo que iba a ocurrir, nuestra pulsión escópica, las imágenes como propaganda, la doble moral, el juego idiota, el respeto, o no.

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En aquel momento, ni tan siquiera los yihadistas que combatían a las tropas aliadas en Irak eran conscientes (del todo) de la importancia que las imágenes iban a tener apenas unos años más tarde, y la película de Andrizzi deslumbró, en primera instancia, por ofrecer un doble contraplano: aquello que no veíamos en los telediarios, porque nadie tenía acceso a ello, y aquello que tampoco veíamos del bando occidental porque se difundía por otros cauces. En la película hay momentos cómicos, dramáticos, canciones, explosiones, brutalidades, ataques a convoys americanos filmados desde ambos lados, y mucho más. Pero, sobre todo, lo que hay más allá del gesto de coleccionista es una intuición cinematográfica y política: Andrizzi sabía que las imágenes de la guerra terminarían por ser la guerra misma, y así regó la semilla que habían plantado Brian de Palma o Errol Morris. Porque como este último al menos, Andrizzi sabe que toda imagen de guerra existe porque hay una puesta en escena, y porque toda puesta en escena reclama un espectador.

La retrospectiva que ofrece la web Dafilms.com (web de VOD sustentada por prestigiosos festivales de lo real como FIDMarseille, Visions du Reel, DocLisboa o CPH:DOX, entre otros) permite no solo ver esta película de Andrizzi, sino su primer trabajo, el documental musical, de corte experimental, Mono, y sus siguientes trabajos, estrenados dos de ellos en el Festival de Venecia: En el futuro y Accidentes gloriosos, con los que, alejándose del found-footage digital, Andrizzi se adentró en otros terrenos igualmente resbaladizos de las imágenes líquidas. Así, En el futuro especialmente, constituye una más que notable exploración del amor y la sexualidad en tiempos de máscaras digitales donde todo se confunde, incluso los tiempos verbales o los tiempos vividos. Al igual que ocurre en su siguiente película, Accidentes gloriosos, Andrizzi trabaja entre la melancolía digital y la fascinación por la mentira, entre el romanticismo y el cinismo, pero siempre con la conciencia clara de que las imágenes contemporáneas, compuestas de ceros y unos, nos vigilan desde un limbo donde todo y nada es posible al mismo tiempo, donde la ciencia-ficción, el amor, la política, el sexo o las mentiras confluyen en una sopa prebiótica de la que terminará por nacer el cine del futuro.

Retrospectiva de Mauro Andrizzi en Dafilms.com. Del 11 al 17 de mayo, visionado gratuito.