Carlota Moseguí

La película más sorprendente que se ha presentado en el Festival de Rotterdam no es una película. En realidad, es un pequeño anticipo –de tres horas y media– de otra cinta que ni siquiera existe todavía. Estamos hablando de La Flor (Parte 1), cuyo prólogo comienza con un hombre dándonos la espalda. Ese hombre es el director, Mariano Llinás, listo para contarnos, con su libreta y un rotulador negro, de que tratará esa epopeya cinematográfica de doce horas llamada La Flor. A continuación, el porteño explica la estructura de la que será la obra final con un dibujo minimalista parecido a una planta (posiblemente la ‘flor’ del título). “Son seis historias. Cuatro empiezan y no terminan. La quinta empieza y termina. La sexta es el final”, aclara Llinás.

Este pequeño aperitivo, que ha llegado a Rotterdam tras pasar por el Festival de Mar del Plata, contiene el primer y segundo episodio del proyecto. En esa enigmática introducción, la voz en off de Llinás define el primero como una película de serie B “de esas que los americanos hacían con los ojos cerrados y ahora parecen haberse olvidado de cómo hacer”, en cambio el siguiente capítulo es un thriller musical. El director de Historias extraordinarias no ha querido dar demasiadas pistas de las ocho horas y media restantes. Únicamente ha desvelado el tema o el género de los futuros relatos: el tercer episodio será una historia de espías, la cuarta no sabe cómo definirla, la quinta será un remake de una famosa película francesa, y la última una ficción decimonónica sobre unas cautivas que consiguen escapar de los indios atravesando un desierto.

Sin duda, el rasgo distintivo de La Flor son sus actrices. Los seis relatos que componen la obra final están interpretados por las cuatro integrantes del grupo de teatro Piel de Lava: Pilar Gamboa, Laura Paredes, Elisa Carricajo y Valeria Correa. De este modo, cada una de ellas encarnará un total de seis personajes en el largometraje. Explicar los dos relatos de La Flor (Parte 1) a los lectores de esta crónica sería como contarles el desenlace de cualquier película, puesto que el sobresaliente film de Llinás es un trompe l’oeil, ideado con el único fin de sorprender y maravillar a la audiencia con su dominio del suspense, el efecto sorpresa y un sinfín de giros narrativos.

¿Qué podemos esperar de La Flor, entonces? Por ahora, sabemos que en la primera parte nos cruzaremos con posesiones demoníacas al estilo de John Carpenter, diálogos que parecen escenas eliminadas de Pulp Fiction, escorpiones portadores de la fórmula de la eterna juventud, solos de guitarra que erizan la piel, IPods que convierten una trama de amantes garreliana en un musical, intervalos colocados en momentos estratégicos para ayudar a asimilar giros narrativos que están por llegar, y personajes, como el de Andrea Nigro, capaces de desafiar al espectador espetando, sin temor, que lamenta ser un personaje innecesario para la ficción… Pero eso tan sólo es el principio.

En la sección Bright Future del certamen neerlandés también se estrenó otra película inclasificable proveniente de Argentina. En Los territorios veremos viajar al director y protagonista Iván Granovsky por decenas de países de todo el globo; sin embargo, el único viaje que el cineasta no puede llevar a cabo es, precisamente, el único importante en su ópera prima semibiográfica: conocerse a sí mismo. Como en la vida real, el Granovsky de la ficción es un productor, hijo de un corresponsal de renombre en Argentina, que desea dirigir su primera película. Desde el principio, el protagonista tiene claro que su debut será un documental sobre los territorios del mundo que tienen, o tuvieron, un conflicto político internacional, dada la información que su padre puede proporcionarle. No obstante, los conocimientos y ofertas que proporciona su apellido terminan perjudicándole, pues éstos interfieren constantemente en sus ambiciones creativas.

Granovsky y su cámara llegarán hasta Grecia para filmar la acogida de los refugiados sirios, a las calles de Brasil durante las manifestaciones que apoyaban a Dilma Rousseff, al París post-atentado de Charlie Hebdo, a Palestina (pese a ser judío) o al País Vasco para entrevistar a exetarras. Perdido y confundido, el deseo de filmar su primera película termina convirtiéndose en su peor pesadilla. Pero no todo está perdido. Cuando el protagonista asimile que durante todo este tiempo no ha estado filmando un documental sobre el mundo, sino sobre su propia vida, la película cobrará sentido. Los territorios es una lúcida cinta metacinematográfica, que defiende el cine como herramienta de autoconocimiento.