Carlota Moseguí (Festival de Locarno)

Ben Russell ha pasado los últimos veinte años de su vida en Surinam, componiendo estudios sobre las ocupaciones cotidianas, leyendas populares, rituales y demás actividades que definen la esencia del país sudamericano. El cineasta estadounidense es conocido por su faceta de rastreador etnográfico, pero también por las súbitas dosis de psicodelia que añade a su realismo documentado. En la competición del Festival de Locarno el autor estrenó la versión de cinematográfica de la videoinstalación Good Luck mostrada en la pasada documenta14. A la pregunta de qué fue primero, el huevo o la gallina, es decir la película o la instalación multipantalla, Russell apuntó a la segunda, lo que parece lógico visto el frío y matemático montaje de su nuevo largometraje.

Como nos confirmaron aquellos que visitaron la instalación en documenta14, la versión museística de Good Luck está dotada de una mayor libertad en su composición, que es precisamente lo que se echa de menos en el film. En todo caso, además de aportar un sobresaliente estudio sobre la minería en nuestros tiempos, la versión cinematográfica de Good Luck funciona como un experimento temporal. En palabras de Russell: “La vida se reduce a tiempo y espacio. Por eso, en cada una de las dos formas de la misma obra he priorizado una dimensión por encima de la otra. En la videoinstalación me dediqué a pensar el espacio. Allí era muy sencillo porque el público sólo podía conocer el contenido de la pieza si se movía por la sala. En cambio, en la película he intentado que el espectador viaje por distintos tiempos sin moverse de su butaca”. Este insólito largometraje que se postula como uno de los favoritos a ganar el Leopardo de Oro está divido en dos bloques que nos sitúan en los dos lugares retratados: una mina de extracción de cobre en Serbia y otra de oro en Surinam. Pero el gran quid de la cinta es que los dos espacios examinados se despliegan a lo largo de tres tiempos distintos que suman los mismos minutos y que se presentan montados siguiendo el mismo orden.

El primer tiempo de cada espacio corresponde a la dura jornada laboral del minero y se organiza a través de los característicos planos secuencia de Russell, donde la cámara, distanciada y flotante, acompaña a los protagonistas en sus largas caminatas. Lo mejor del film son las imágenes en 16mm digitalizadas de esta primera parte en territorio serbio. La segunda dimensión temporal se compone de secuencias lúdicas, donde los mineros se reúnen para comer, charlar y divertirse en sus momentos de descanso. En dichas tomas el cineasta y otros miembros del equipo interrogan a los trabajadores acerca del amor, su familia o sus miedos. Y, finalmente, tras estas secuencias de tipo más etnográfico, Russell añade un exquisito tercer tiempo donde los mineros son filmados como en los screen test de Andy Warhol. La versión cinematográfica de Good Luck es un sobresaliente ensayo sobre la dilatación temporal, aplicada a la observación del trabajo minero.

Otra película de la competición de Locarno que también pasó por documenta14 fue el nuevo film de Wang Bing, Mrs. Fang. Tras ser miembro del jurado en la anterior edición del certamen suizo, el cineasta chino regresó este año con un acercamiento a los últimos días de vida de una anciana diagnosticada con Alzheimer. Ante todo debemos advertir a aquellos espectadores que esperen un delicado acercamiento al gran tabú de la era contemporánea que seguramente tendrán una ingrata experiencia visionando Mrs. Fang. De hecho, los salvajes primeros planos de un rostro paralizado, que intentan plasmar el último aliento de vida escapándose de un cuerpo humano, molestaron a ciertos sectores de la crítica durante su estreno.

El film se divide en dos partes: las tomas que ocurren en el interior de la habitación donde yace la nonagenaria, y aquellas protagonizadas por el resto de familiares, llevando una doble vida en el mundo exterior. Wang Bing retrata la espera de la muerte como una especie de espectáculo, donde los familiares observan pasivamente, asistiendo a un ritual macabro, y que, en cierto modo, remite a la última ficción de Albert Serra, La mort de Luis XIV. Sin embargo, el director de Al oeste de los raíles aclaró en la rueda de prensa del film que su intención nunca fue dramatizar la inminente defunción de esa persona, sino poetizar la muerte mediante su desconocida y sublime apariencia.

Para terminar, el último documental que iluminó la sección oficial de Locarno fue la esperada nueva película de Travis Wilkerson Did You Wonder Who Fired the Gun?. El film, estrenado en el pasado Festival de Sundance, denuncia el pasado y presente racista de Estados Unidos siguiendo los sucesos del homicidio (prácticamente secreto) que llevó a cabo el bisabuelo del cineasta en 1946. La voz en off de Wilkerson narra dicho episodio como si se tratara de una investigación detectivesca. De hecho, el mismo director tuvo que contratar a más de un detective privado para recopilar datos. Extractos de Gregory Peck interpretando a Atticus Finch en Matar a un ruiseñor, imágenes de carreteras con estética lynchiana, y otras tomas estáticas en blanco y negro de edificios abandonados y árboles al viento acompañan visualmente el monólogo que recitará Wilkerson durante hora y media de metraje.

El director de Machine Gun or Typewriter quiere que el mundo se pregunte, junto a él, por qué su antepasado S.E. Branch mató a un hombre negro llamado Bill Spann en Dothan, Alabama y no fue procesado ni castigado por ello. Sin embargo, aunque Wilkerson repita una y otra vez que ha confesado el crimen de su bisabuelo para que se haga justicia, el espectador no tardará en darse cuenta que su discurso no habla del asesinato sino del sentimiento de culpa con el que convive a diario el cineasta por arrastrar el racismo en sus genes. Como proclama el director en una sentencia lapidaria: “El color blanco en mi piel destruyó a una familia, y esa misma blancura terminará aniquilando el mundo”. Este gesto de osadía convierte a Did You Wonder Who Fired the Gun? en el ensayo más personal de Wilkerson, así como su mejor obra.