Un dispositivo aparentemente sencillo: un padre y un hijo ven un viejo partido de fútbol por televisión. El padre y el hijo estarán siempre fuera de cuadro, y lo único que veremos son las imágenes de aquel partido, que transcurrió bajo una torrencial tormenta de nieve. Padre e hijo comentan el partido, en el que el padre ejerció como árbitro. Así, durante noventa minutos (más los descuentos), Porumboiu ve con su padre un partido entre el Dinamo y el Steaua de Bucarest disputado bajo la nieve en diciembre de 1988. Tal y como escribió el crítico argentino Quintín: “El segundo juego es fascinante. Por un lado, es un testimonio escueto y desprovisto de sentimentalismo de un gran afecto familiar. Pero el partido no es cualquiera: en tiempos de Ceaucescu (cuya caída no se ha producido aún) el Steaua y el Dinamo eran los equipos favoritos del régimen. Uno era del ejército, el otro de la policía secreta. Los otros equipos eran “satélites” de uno o de otro: es decir que se dejaban ganar según de quién dependieran políticamente. Pero el clásico se jugaba a suerte y verdad entre dos equipos protestones y beligerantes. De todo esto hablan Adrian y Corneliu; el señor Porumboiu sigue comunicando con orgullo que no se dejaba influir por los dirigentes (altos dignatarios del Partido) de ninguno de los dos”. GdPA

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