Página web de Documenta Madrid. El festival se celebrará del 26 de mayo al 6 de junio en Cineteca Madrid, Museo Reina Sofía, Filmoteca Española y Círculo de Bellas Artes. Entre el 31 de mayo y el 6 de junio, el certamen podrá seguirse online a través de la plataforma de VOD Filmin.

Presentamos seis críticas de films que participarán en la Secciones Competitivas del certamen madrileño de cine de lo real:

MBAH JHIWO (ALMA ANCIANA). Álvaro Gurrea. 90 minutos. España (2021). Competición Nacional.

Tras las cortinas de humo que emergen de las minas de azufre de la Isla de Java, un grupo de trabajadores se enfrenta a los elementos para ganarse un sustento vital. Uno de ellos, Yono, carga de forma melancólica con el peso del abandono de su mujer. Un lastre del que se intentará liberar mediante rituales propios del animismo, el islam y el capitalismo más salvaje; un trinomio que el cineasta barcelonés Álvaro Gurrea disecciona en Mbah Jhiwo (Alma anciana) mediante una estructura en tres bloques, puntuada por las visitas del protagonista a un chamán, un imán y un vendedor de criptomonedas. Así, en su meditativa ópera prima, Gurrea invoca un cruce alquímico de los imaginarios de Jean Rouch, Werner Herzog y Apichatpong Weerasethakul para estudiar las costumbres y creencias de una cultura tan lejana, y a la vez tan próxima.

Filmada a lo largo de cinco años, en un intenso proceso de colaboración entre el cineasta y los protagonistas de la película, Mbah Jhiwo articula un discurso de corte etnográfico, a medio camino entre lo conceptual y lo sensorial. En sus imágenes, cargadas de una plasticidad exuberante, la película propone un trabajo sistemático en torno a los elementos naturales: el humo en la mina, las fogatas, las escenas recurrentes de Yono limpiándose el cuerpo con agua. Mientras que, en su rugosa interacción con sus protagonistas, el film termina exponiendo unas pinceladas de autorreflexividad: por ejemplo, cuando el imán del poblado en el que transcurre la “acción” comenta ante la comunidad su alegría por aparecer en tu película. Así, los diferentes estratos históricos, condensados por el colonialismo y la globalización, aparecen sintetizados en gestos y situaciones (plegarias, baños purificadores, sesiones de aeróbic, paseos en moto, trances colectivos) que la atenta cámara de Gurrea captura desde una perspectiva privilegiada. Manu Yáñez

Entrevista a Álvaro Gurrea, director de Mbah Jhiwo (Alma anciana)

I COMETE: A CORSICAN SUMMER. Pascal Tagnati. 128 minutos. Francia (2021). Competición Internacional.

Este primer largometraje de Pascal Tagnati le permitió trabajar codo a codo con los habitantes de un pueblo costero de Córcega, de donde es originario. Con una mezcla de actores profesionales y otros amateurs, filmó siempre con su ayuda en el armado de los conflictos y los diálogos durante un verano. Se trata de un lugar muy particular, ya que allí conviven las culturas francesas e italianas con las tradiciones de las islas y su propio dialecto. En la línea del cine del Michelangelo Frammartino, autor de Le quattro volte, pero con un trabajo más inclinado hacia lo ficcional, Tagnati apela a largas tomas con cámara fija para describir situaciones que tienen a niños, adolescentes, adultos y ancianos como protagonistas. De inevitable estructura coral, I comete encuentra algunos personajes encantadores, como François-Régis (Jean-Christophe Folly), un africano adoptado por una familia local que parece ser el único negro del lugar.

Los personajes nadan, bailan, se seducen, se pelean, van al mar, a comer, a una discoteca y las escenas van de lo erótico a lo religioso, de lo musical a lo gastronómico, mientras las charlas o monólogos pueden ser sobre fútbol, sexo o cuestiones más filosóficas. La fotografía de Javier Ruiz-Gómez le da al film ese bucólico y bello clima de los veranos en comunidades pequeñas donde todos se conocen y en las que van surgiendo las inevitables diferencias generacionales. Un laboratorio, un microcosmos que Tagnati describe e interpela con convicción y sensibilidad. Diego Batlle

SURVIVING YOU, ALWAYS. Morgan Quaintance. 18 minutos. Reino Unido (2020). Competición Internacional.

En este cortometraje del londinense Morgan Quaintance, una serie de imágenes estáticas adquieren un dinamismo inusitado. La cámara contempla durante unos minutos una instantánea, mientras unos subtítulos perfilan un contexto espacial, temporal y situacional. Al mismo tiempo, una voz en off se explaya acerca de los inescrutables caminos de la conciencia, las reacciones del cerebro ante el efecto de las drogas, los procesos químicos que dan forma a sentimientos y vínculos afectivos. Del mismo modo, la música clásica de Franz Schubert baila con el punk rock de los Saccharine Trust. El efecto resultante de esta superposición de discursos no dista demasiado del que nos hicieron experimentar Pendleton Ward y Duncan Trussell en The Midnight Gospel, serie de animación que creaba universos psicodélicos con los que “ilustrar”, con absoluta libertad, unas charlas en formato podcast. Aunque el tono humorístico de la serie de Netflix contrasta con la amarga meditación que propone Survivign You, Always acerca del desenfreno juvenil. Como ya hiciera Joanna Hogg en The Souvenir, Quaintance vuelve a ese pasado al que es difícil mirar a la cara, no solo por su agitación, sino más bien por las heridas que dejó abiertas. En este sentido, Surviving You, Always funciona a la manera de una terapia de shock.

La nostalgia que despierta esta película no llama a la añoranza, sino a la melancolía; al lamento de aquello que se quebró, de aquellos que se perdieron por el camino. Pero este dolor tiene que servir, en última instancia, para hacer las paces con el pasado. Con unos traumas que hay que abordar por los flancos, pues el choque frontal con ellos aún podría destruirnos. Y ahí están esos estímulos sensoriales que se mueven, cada uno, en la dirección que quiere, y que por ende invocan una dispersión en la formulación del relato (porque por mucho que los subtítulos y las voces digan que van por libre, en realidad se deben a la misma historia). Como si fuera imposible centrarse en un solo recuerdo, como si se tuviera que recurrir a otro, igualmente desgarrador, para seguir huyendo. Es el miedo que produce el reflejo de quienes éramos, una visión a veces tan insoportable que debe ser confrontada a través de rutas alternativas. Víctor Esquirol

ESQUIRLAS. Natalia Garayalde. 70 minutos. Argentina (2020). Competición Internacional.

La pandemia, la discusión pública (y mediática) por el tratamiento de las leyes de legalización del aborto y del impuesto extraordinario a las grandes fortunas y una situación económica nacional no precisamente favorable, entre otros factores, arrojaron un manto de olvido sobre el 25° aniversario de uno de los hechos más oscuros de las últimas décadas en Argentina. Se trata de la explosión de la Fábrica Militar de la localidad cordobesa de Río Tercero, que el 3 de noviembre de 1995 provocó una lluvia de proyectiles sobre la zona que generó siete muertos, cientos de heridos, pérdidas millonarias y un trauma colectivo que perdura hasta la actualidad. En aquel entonces, Natalia Garayalde era una chica de 12 años que se divertía jugando con la cámara de video hogareña que había comprado su padre un tiempo antes. Con ella salió a la calle para filmar los momentos inmediatamente posteriores a la explosión, probablemente sin saber que la tragedia pudo haber sido aún peor: a metros de la fábrica había un par de plantas químicas que, de haber recibido algún impacto, probablemente hubieran dejado toda la ciudad en ruinas. 

Realizada casi íntegramente con material de archivo familiar y de noticiarios, Esquirlas abraza la ortodoxia del cine del “yo” (voz en off a cargo de la directora, lo personal entreverándose como lo público, la realizadora puesta en el lugar de protagonista), arrojando un registro histórico de enorme valor testimonial. Aquellas imágenes se ponen en diálogo con otras tomadas en el presente, conformando así una reflexión sobre el dolor y el paso del tiempo. El espíritu lúdico de Garayalde y su hermana “jugando” a ser periodistas se contrapone al horror de un escenario bélico, con coches destruidos, explosiones constantes y vecinos aterrados. La directora mira aquel pasado cándido desde un presente vaciado de inocencia y cargado de dolor ante la sucesión de impunidades que siguieron a la tragedia. Allí confluirán el tráfico de armas, la corrupción, las negociaciones espurias y la negligencia burocrática con las heridas familiares vinculadas a un acontecimiento que, un cuarto de siglo después, sigue igual de abierto que el primer día. Diego Batlle

ELLA I JO. Jaume Claret Muxart. 20 minutos. España (2020). Competición Nacional.

Ella i jo, de Jaume Claret Muxart, explora la distancia entre una madre en Barcelona y su hija en Atenas, ambas artistas, que nunca llegan a entrar en contacto directo (la hija nunca le coge el teléfono a la madre) pero sí establecen una relación a través de la pintura. El propio director insistía, en declaraciones al Festival de San Sebastián, en que una de las razones por las que quería realizar el corto era por la posibilidad de filmar en el piso de su abuela (a la que le habían subido el alquiler y se veía obligada a abandonar el hogar), y es seguramente en el tratamiento de los espacios donde el cortometraje más destaca: de ese taller blanco y azul en un piso de Barcelona, desde el cual vemos las ventanas de los vecinos como si fuesen cuadros vivientes, pasamos a una casa en Grecia con un gran jardín que casi parece un invernadero aislado de la sociedad. Ambas mujeres (interpretadas por la propia madre del director y su profesora de literatura de bachillerato) trabajan solas y concentradas, pero el instante más precioso es aquel en que la joven pide a su hijo pequeño que guarde silencio mientras trabaja. “Yo en mi silencio haré ruido” le dice el niño. Y, efectivamente, es una sentencia improvisada que resume todo el cortometraje: las dos mujeres nunca llegan a establecer una conversación, pero las rimas en la forma en que llevan a cabo su proceso artístico se convierte en ese ruido; o, dicho de otro modo, la ausencia de diálogo no indica necesariamente la no conversación. Ella i jo recrea el plano/contraplano a partir de la imagen y el montaje. Finalmente una canción dedicada en la radio unirá por primera vez ambos escenarios pero sólo podremos ver a aquel personaje que la escucha en Barcelona y no a la que la lanza. Desconocemos si al otro lado del continente hay alguien, pero sabemos que la conversación ha tenido por fin lugar. Endika Rey

QUÉ SERÁ DEL VERANO. Ignacio Ceroi. 86 minutos. Argentina (2021). Competición Internacional.

Cuando se estrenó Una aventura simple en la Competencia Internacional del BAFICI 2017, advertíamos en este egresado de la FUC la influencia de Mariano Llinás. Ese influjo es todavía más evidente en Qué será del verano, una película laberíntica que siempre transita por senderos insospechados. Todo comienza cuando Mariana, la novia del director, decide “unilateralmente” viajar por un año a Francia para hacer un doctorado. En diciembre de 2019, Ceroi va a visitarla a Toulouse con la idea de quedarse los tres meses que la Unión Europea les permite a los visitantes antes de considerarlos inmigrantes ilegales. A su llegada, el protagonista compra una handycam de segunda mano en la que encuentra unos videos de su anterior dueño, un jubilado francés radicado en Montpellier llamado Charles. Lo contacta, le pide permiso para hacer una película a partir de esas imágenes y le solicita además que le escriba contándole un poco de su vida y de lo que ese material significó en distintos momentos.

En principio, vemos a Charles paseando con sus perros (Jamón y Queso, en honor a su pasión por los sandwiches) y conocemos parte de su pasado: una pareja llamada Margaux, ex empleado de una fábrica de Airbus, dueño de una empresa de almacenamiento que quiebra rápidamente, chofer de la embajada francesa en Yaoundé, la capital de Camerún. De Buenos Aires a la Francia de los Chalecos Amarillos y de allí a la selva africana en busca de un joven soldado perteneciente a las milicias rebeldes para un regreso a la Argentina en un vuelo de repatriación en plena pandemia, Qué será del verano resulta una aventura no tan simple, un film de enredos, bifurcaciones y complicaciones crecientes.

Entre el diario personal, el documental etnográfico, la ficción con ínfulas literarias y el cine de aventuras, Ceroi construye un relato ocasionalmente entretenido y divertido en el que nunca se sabe cuánto es real y cuánto parte de una fabulación, apelando siempre a un espíritu lúdico y una capacidad para sacarle el máximo jugo a los mínimos recursos que se termina agradeciendo. Diego Batlle