Página web del D’A Film Festival Barcelona (26 abril – 6 mayo).
BRAGUINO. Clément Cogitore. 49 minutos. Francia (2017)
A más de 700 kilómetros de la civilización, en un paraje al que sólo se puede acceder por mar o aire, viven dos familias (los Braguino del título y los Kiline) que no se hablan. Hace ya años que cada uno se repartió las tierras y viven allí, divididos por el río y alejados de todo, especialmente, entre ellos mismos. El director Clément Cogitore capta a la perfección una realidad que, mientras en ocasiones es mágica, en otros instantes resulta totalmente perversa. El día y la noche traen consigo una diferencia capital a la hora de rodar el paisaje, del mismo modo que lo hace el hecho de rodar el mundo adulto y el de los niños. Mientras los primeros se dedican a narrar a cámara, con odio, las vicisitudes que sus vecinos les hacen pasar, los niños se dedican sencillamente a mirar. En ese sentido, una de las secuencias más bellas de la película es aquella que muestra a un puñado de infantes, de uno y otro bando, en la misma orilla del río. Los dos grupos no llegan a hablar, pero tampoco dejan de observarse, como intentando entender aquello que sucede entre ellos sin conseguirlo.
El enfrentamiento entre las dos familias es, pues, capital para el director de Ni le ciel ni la terre, pero no es ni mucho menos el único de sus intereses. A Cogitore también le interesa asistir al proceso de destrucción llevado a cabo por los invasores del espacio. Estos, denominados los “corruptos” por la familia protagonista, son grupos de hombres que aterrizan con helicópteros dispuestos a cazar en tierras que no les pertenecen. El acto es ilegal pero poco importan las normas y principios en una tierra de nadie… Tanto en este acto como en la manera en que se rueda el espacio, Braguino tiene algo de retrato del final de una época, tanto respecto a los demonios externos como a los internos de sus protagonistas. Endika Rey
COCOTE. Nelson Carlo de los Santos Arias. 72 minutos. Argentina, Alemania, República Dominicana (2017). Con Vicente Santos, Yuberbi de la Rosa, Enerolisa Núñez.
Coproducida por compañías alemanas, qataríes y argentinas, Cocote demuestra no solo el talento sin par (parte intuitivo, parte cerebral) para la puesta en escena de su director, sino también la posibilidad de acercarse a los temas del cine latinoamericano –religión, violencia, diferencias de clase– sin caer en estereotipos, subrayados ni pintorequismos. Cocote es una película de mixturas: visuales (fílmico y digital, color y blanco y negro, múltiples texturas y formatos), formales (ascéticos planos fijos y coreográficos planos secuencia), sociales (comienza y termina en la piscina y jardines de una mansión, mientras que el corazón del relato está ambientado en un más que humilde pueblo costero del sur), étnicas (la cultura blanca y la cultura negra) y religiosas (lo católico, lo evangélico y el sincretismo). Con todos esos elementos, contradicciones y matices Nelson Carlo de los Santos Arias construye un film de espíritu tragicómico que aborda problemáticas extremas sin caer en la solemnidad e incluso con sorprendentes dosis de humor negro y absurdo.
La trama principal tiene que ver con el regreso de Alberto (Vicente Santos), jardinero evangelista que trabaja para una familia acomodada de Santo Domingo, al pueblo natal, donde su padre acaba de ser degollado y las mujeres de su familia le exigen venganza mientras se ve forzado a participar de una serie de rituales que remiten a la cultura afroamericana. La película de la sensación por momentos de ser un poco caótica, pero la acumulación de ceremonias religiosas y la interacción entre los diversos personajes, acaba construyendo un universo tan desconocido (para nosotros) como fascinante, envolvente y seductor. Si el año pasado el cine boliviano fue la revelación del Festival de Locarno con Viejo Calavera de Kiro Russo, este parece ser el de la República Dominicana. Diego Batlle
EL FUTURO QUE VIENE. Constanza Novick. 85 minutos. Argentina (2017). Con Dolores Fonzi, Pilar Gamboa, José María Yazpik.
Se han filmado decenas, centenares de películas sobre la amistad entre mujeres con sus contradicciones, sus matices, sus códigos, sus complicidades y sus lealtades. Sin embargo, cuando aparecen pequeñas grandes películas como El futuro que viene todo comienza de nuevo y es como si nos acercáramos a la intimidad femenina por primera vez. En un año excepcional para las directoras en el cine argentino (Lucrecia Martel, Anahí Berneri, Natalia Garagiola, Nele Wohlatz, etc.), ahora se suma esta ópera prima de la guionista y realizadora Constanza Novick que describe una amistad que persiste en el tiempo (desde la infancia hasta la adultez), pese a las distancias, las diferencias, los malos entendidos, las competencias, la maternidad, los cambios de parejas y las distintas etapas laborales, afectivas y evolutivas que cada una va atravesando.
Ya sea a través de los flashbacks que nos trasladan al pasado como en el presente que las reúne luego de múltiples diferencias sentimos la intensidad de la relación entre Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa), dos mujeres que son capaces de decirse las peores cosas en un momento de tensión, pero que igual estarán al pie del cañón cuando la otra la necesite. En este universo femenino trabajado al mismo tiempo con potencia y sutileza, con inteligencia y espíritu tragicómico, los hombres quedan relegados a un segundo plano porque son ellas las que, con aciertos y tropezones, con algunas actitudes irritantes pero con una fuerza de voluntad encomiable, van construyendo su universo y buscando su destino. Cine de mujeres, pero no solamente para mujeres. Diego Batlle
A CIAMBRA. Jonas Carpignano. 118 minutos. Italia, Brasil, Alemania, Francia, Estados Unidos, Suecia (2017). Con Pio Amato, Koudous Seihon, Damiano Amato.
Un campamento de gitanos en Italia. Un descampado en el que una familia de árbol genealógico con ramas muy enredadas ha hecho de la supervivencia su único modo de entender el día a día. A Ciambra es el nuevo largometraje de Jonas Carpigniano, una película que en realidad es una máquina de movimiento perpetuo. En otras palabras, una cinta de acción pura, pues sus personajes (y su protagonista en especial) se mueven sin parar… como si les fuera la vida en ello. Y así es.
Entre italianos, policías y africanos (todos elementos extranjeros con respecto al mundo retratado), se gestionan los trapicheos que van a permitir llegar a la mañana siguiente. Esto es, pagar in extremis una multa, esquivar la cárcel o librarse, también por los pelos, de una paliza mortal. Carpigniano retrata un mundo de extremos, que no conoce medias tintas. A nivel formal, la película se comporta igual. Entre primerísimos primeros planos y tomas generales (sin distancia intermedia posible), la cámara fuerza un dinamismo extremo que acaba por destruir la lógica temporal. Parpadeamos, y han pasado horas. Todo esto para hablarnos de un colectivo añorado de la idea de un pasado mejor, pero auto-forzado a avanzar sin mirar atrás, en permanente y angustiada huida hacia ninguna parte. Si acaso, hacia una salvación a corto plazo, hacia una bocanada de aire más, que permita otro paso, y otra finta… En definitiva, hacia otra prórroga agónica. Jonas Carpigniano, lúcido en la confusión de la preadolescencia, firma un coming of age brillante en la ejecución y devastador en la promesa envenenada de la edad adulta. Víctor Esquirol
PRINCESITA. Marialy Rivas. 71 minutos. Chile, Argentina, España (2017). Con Nathalia Acevedo, Marcelo Alonso, Sara Caballero.
En esta fascinante y desgarradora película, Miguel (Marcelo Alonso), líder y profeta de una comunidad neo-hippie y religiosa, ha elegido a Tami (Sara Caballero), una niña de 11 años, para que –en cuanto tenga su primera menstruación– engendre el hijo puro y santo que tanto desea tener para que sea su heredero y continuador. Sin embargo, como ella es la única integrante de ese clan que concurre a la escuela comienza a vincularse con uno de sus compañeros y su maestra empieza a sospechar que algo extraño ocurre. No conviene adelantar nada más, pero el film –que comparte algunos elementos con la estadounidense Martha Marcy May Marlene– contrapone el universo cerrado de la secta con el del pueblo donde está el colegio. Princesita tiene aspectos que funcionan muy bien, como por ejemplo una puesta en escena hipnótica, casi propia de un cuento de hadas perverso, que remite por momento al cine de Lucile Hadzihalilovic y en el que mucho aportó el director de fotografía Sergio Armstrong, el mismo de El club y Neruda. Otros elementos distancian demasiado: una voz en off abrumadora y machacantes efectos de sonido. Pero el balance final no deja de ser tan valioso como inquietante. Aunque en principio poco tiene que ver con el tono bastante más lúdico y desprejuiciado de Joven y alocada, esta nueva película de Rivas comparte la apuesta por la provocación y la reivindicación de sus jóvenes heroínas. Diego Batlle
BIENVENIDA A MONTPARNASSE. Léonor Serraille. 97 minutos. Francia (2017). Con Laetitia Dosch, Souleymane Seye Ndiaye, Grégoire Monsaingeon.
Historia de, con y sobre (pero no sólo) para mujeres, esta ópera prima de Léonor Serraille tiene a Laetitia Dosch –brillante en un tour de force para interpretar a un personaje tan fascinante como irritante– como una parisina de 31 años en caída libre y en un torrente emocional desatado tras una separación. Ella debe abandonar la casa de su ex novio (un exitoso fotógrafo que supo ser su profesor), buscar dónde instalarse y conseguir trabajo –lo hará como “canguro” y como dependienta en una tienda de ropa– mientras intenta sostener su más que precario equilibrio vital. Estamos ante una existencia al límite, tanto en términos logísticos como emocionales. Ante esta tesitura más bien extrema, Serraille y Dosch tienen la inteligencia y sensibilidad suficientes como para dotar a esta heroína de la empatía suficiente, pero también para mostrar sus facetas más quebradizas, enfermizas y peligrosas. El personaje termina aunando excentricidad y encanto a fuerza de ir a contramano del mundo. Ella es el motor, la razón de ser de una comedia agridulce y desenfrenada que además tiene como contexto irresistible a las calles de Montparnasse. Diego Batlle