Página web de DocumentaMadrid – XV Festival Internacional de Cine Documental (3-13 mayo).
THE GREEN FOG. Guy Maddin, Evan Johnson, Galen Johnson. 63 minutos. Estados Unidos (2017). Competición Fugas.
Si en su anterior film, Guy Maddin homenajeaba una serie de películas (el cine primigenio de aventuras) a través de una sola (The Forbidden Room), ahora, con The Green Fog, invierte la jugada: se conjuran muchos trabajos para reverenciar a uno solo. Obras como Star Trek IV. Misión: salvar la Tierra, Bullitt, Godzilla (2014), Harry el sucio, La roca, Panorama para matar o The Game se presentan como los actores/actrices de un homenaje cinéfilo cuyo factor de convergencia es el escenario. Un lugar compartido; una ciudad que en realidad es un concepto: San Franciso, ciudad mítica en parte gracias a los mitos cinematográficos que ha hospedado. Aunque la amalgama referencial del film va mucho más allá de la mera celebración posmoderna: The Green Fog nos invita a hacerle un hueco al misterio en nuestro corazón. De repente, una niebla verde invade el cuadro. Es algo que vemos pero que no podemos tocar; un fenómeno meteorológico que ahora también es fílmico.
A la postre, el viaje hipnótico que propone Maddin deviene el más genial de los remakes de una película de Alfred Hitchcock. Gus Van Sant lo probó con el calco de cada fotograma de Psicosis; ahora, Maddin ha rehecho Vertigo a partir de la vertiginosa invocación de otras piezas. Obras que, antes de The Green Fog, eran independientes y que ahora nos resultan inseparables. El disfraz como transformación; la transformación como desnaturalización… pero a la vez, como eco aún perceptible de la esencia original. El pelo rubio de Kim Novak nos lleva a la peluca de Donald Trump, en aquel bosque de secuoyas suena ahora el This I Promise You de NSYNC y Chuck Norris, siempre por encima del bien y del mal, se confirma como anomalía inmune a los caprichos de los dioses. La película de Hitchcock muta en manos de Maddin, pero no cae en lo irreconocible. La mirada, lo sabía James Stewart, transforma, pero también recuerda. En el pasado, la película se titulaba Vértigo (De entre los muertos); en el presente, el fenómeno se conoce como The Green Fog. Víctor Esquirol
CANIBA. Verena Paravel & Lucien Castaing-Taylor. 90 minutos. Francia (2017). Competición Fugas.
Del Sensory Ethnography Laboratory de la Universidad de Harvard han surgido decenas de películas (Foreign Parts, Yumen, The Iron Ministry) que han sido consagradas en los festivales más audaces y radicales. Quizás la más conocida sea Leviathan, y Caniba supone el reencuentro entre el inglés Lucien Castaing-Taylor y la suiza Véréna Paravel para reconstruir la historia del tristemente célebre “Vampiro de Japón”, tal como lo definió la prensa sensacionalista de su época. En efecto, en 1981, Issei Sagawa conmocionó al mundo cuando se descubrió que había asesinado y luego devorado parte del cadáver de una compañera holandesa que también estudiaba Literatura Comparada en la Sorbonne de París. Sagawa fue encarcelado por el crimen, pero dos años después fue declarado trastornado y enviado a un psiquiátrico. Un fallo de la Corte de Casación le permitió regresar a Japón un año después y desde entonces vive en libertad en los suburbios de Tokio con su hermano Jun.
Antropólogos y cineastas, Paravel y Castaing-Taylor filman a un postrado Issei y a Jun con cámara en mano, primerísimos planos y mucho fuera de foco. Los Sagawa cuentan con total desparpajo sus filias y su visión del mundo. Por momentos asoma un atisbo de culpa, pero finalmente se toman todo bastante a la ligera. Ninguno parece estar en su sano juicio, aunque tienen algunas justificaciones respecto de la locura y el deseo bastante atendibles. Los directores –que en un cartel al comienzo aseguran que no quieren “justificar” al personaje por sus crímenes– incluyen imágenes de home movies familiares con ellos dos de pequeños, un manga del propio protagonista en el que dibuja y expone con detalles los hechos infames de 1981 y hasta escenas de películas pornográficas en las que participó el propio Issei. Película sobre el horror, la monstruosidad y la locura que reside en el alma humana, Caniba es una experiencia extrema y una propuesta decididamente polémica, pero no por eso cuestionable ni manipuladora. Para ver, pensar y discutir. Diego Batlle
GOOD LUCK. Ben Russell. 143 minutos. Francia, Alemania (2017). Competición Fugas.
Ben Russell ha pasado los últimos veinte años de su vida en Surinam, componiendo estudios sobre las ocupaciones cotidianas, leyendas populares, rituales y demás actividades que definen la esencia del país sudamericano. El cineasta estadounidense es conocido por su faceta de rastreador etnográfico, pero también por las súbitas dosis de psicodelia que añade a su realismo documental. En la competición del Festival de Locarno de este año, Russell estrenó la versión de cinematográfica de la videoinstalación Good Luck, mostrada en la pasada documenta14. A la pregunta de qué fue primero, el huevo o la gallina, es decir la película o la instalación multipantalla, Russell apuntó a la segunda, lo que parece lógico visto el frío y matemático montaje de su nuevo largometraje.
Además de aportar un sobresaliente estudio sobre la minería en nuestros tiempos, la versión cinematográfica de Good Luck funciona como un experimento temporal. En palabras de Russell: “La vida se reduce a tiempo y espacio. Por eso, en cada una de las dos formas de la misma obra he priorizado una dimensión por encima de la otra. En la videoinstalación me dediqué a pensar el espacio (…). En cambio, en la película he intentado que el espectador viaje por distintos tiempos sin moverse de su butaca”. Este insólito largometraje está divido en dos bloques que nos sitúan en los dos lugares retratados: una mina de extracción de cobre en Serbia y otra de oro en Surinam. Dos espacios examinados a lo largo de tres tiempos: la dura jornada laboral del minero, el tiempo de recreo, y un exquisito tercer tiempo donde los mineros son filmados como en los screen test de Andy Warhol. La versión cinematográfica de Good Luck es un sobresaliente ensayo sobre la dilatación temporal, aplicada a la observación del trabajo minero. Carlota Moseguí
BARONESA. Juliana Antunes. 73 minutos. Brasil (2017). Ciclo Desde Lo Femenino.
“Baronesa” es el nombre de una favela a la que la protagonista del filme desea mudarse, una que aparentemente es más tranquila y menos violenta que aquella en la que vive. Lo que muestra Juliana Antunes –joven realizadora de Belo Horizonte– es la intimidad cotidiana de esta mujer, sus amigos y familia. El contexto queda fuera de campo. No hace falta verlo. Esos pocos metros cuadrados en los que los protagonistas parecen moverse contienen un mundo. Si bien hay ciertos momentos que parecen dramatizados, la película jamás pierde su lógica testimonial, su recorrido, su verdad. Es un film honesto, que se acerca a sus protagonistas de una manera relativamente similar a la que lo hacía Pedro Costa en sus primeras películas ambientadas en Fontainhas. Pero a diferencia de los filmes del portugués, los personajes de Baronesa, pese a que tienen motivos suficientes para vivir en la más lúgubre tristeza y oscuridad, se dan tiempo para reír, bailar y cantar mientras habitan lo que parece ser la trinchera de una batalla.
Baronesa podría haber sido, en otras manos, una película cruel, exótica, condescendiente o paternalista. Pero Antunes mantiene la cámara en los cuerpos, los rostros y las miradas de los protagonistas, raramente tomándolos en planos generales. Está todo allí, en ese encierro del que desean liberarse, pero que también los constituye, con sus momentos de humor (animales sueltos, baldazos de agua fría para tolerar el calor, juegos familiares) y otros más dramáticos, casi todos ellos felizmente fuera de campo. Sentimos y sufrimos las consecuencias, pero la debutante directora tiene la inteligencia de alejarnos del morbo televisivo, de la explotación. Diego Lerer
HELLO, HORSE! Laila Pakalnina. 24 minutos. Letonia (2017). Retrospectiva Laila Pakalnina.
En su nueva incursión en el formato corto, la cineasta letona apuesta por una pieza que, pese a gestarse en el marco del documental contemplativo de planos estáticos, destaca por su espontánea e inesperada ruptura con la tradición encabezada por James Benning y representada, también, por ejemplo, por 24 Frames, el trabajo póstumo de Abbas Kiarostami. El nuevo film de la autora de El zapato plasma el paso de las estaciones en un enclave prácticamente inhabitado de la frontera este de Letonia desde la mirada sosegada de un caballo. De este modo, la cámara fija de Hello, Horse! captura el paisaje a través de supuestos planos subjetivos del animal. Como decíamos, Pakalnina rompe con el anquilosamiento de los tableaux paisajísticos alterando el ritmo del film, que se acelera o ralentiza inyectando vida a una naturaleza aparentemente pasiva. Carlota Moseguí
NO INTENSO AGORA. João Moreira Salles. 127 minutos. Brasil (2017). Retrospectiva João Moreira Salles.
Años después de la notable Santiago, el brasileño Joâo Moreira Salles presenta la sobresaliente No intenso agora. Con abundante material de archivo, se trata de una larga evocación de los años ’60, convulsionados con movimientos revolucionarios, durante los cuales toda una generación creyó que otro mundo era posible. Con imágenes tomadas por su propia madre durante un viaje a China realizado con un grupo de brasileños de la alta burguesía, asistimos al apogeo de la Revolución Cultural de la mano de Mao Tse Tung para, sin intervalo, pasar a las barricadas del Mayo Francés en Paris, cuando toda la juventud intelectual se unió a la clase obrera, alzada contra el orden establecido y luego sofocada por De Gaulle. Al mismo tiempo, la Primavera de Praga, donde había florecido una incipiente independencia, era reducida por la entrada de los tanques soviéticos.
Las imágenes de este ensayo son todas tomadas de films rodados por otros: noticieros, home movies, películas poco conocidas de la época, con un montaje poco convencional. Resulta muy impactante ver los diversos entierros que se llevan a cabo en Europa y Brasil de manifestantes muertos, símbolo del fracaso de la utopía. Y, sin embargo, el film refiere al agora, el ahora, que de cierta manera Moreira Salles vincula con aquel ayer, con melancolía, y cierta desesperanza. Josefina Sartora