Página web del D’A –  Festival internacional de cinema d’autor de Barcelona.

PERSONAL SHOPPER. Olivier Assayas. 105 minutos. Francia (2016). Con Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz. Sección Direccions.

Al principio de Personal Shopper, Maureen (Kristen Stewart) llega a un gran caserón vacío, donde pasará la noche tratando de entablar contacto con la presencia fantasmagórica que puede estar habitando el lugar; al cabo de poco, se nos informará de que este espectro sería el de su hermano, fallecido unas semanas antes. Pero la auténtica sorpresa será descubrir que, además de médium, Maureen trabaja como compradora personal para una VIP. El plano espiritual queda así unido a la que quizá sea la manifestación más extrema del delirio materialista, creando una fricción que afectará a todas las capas de la película. Personal Shopper está hecha de temas que no deberían coexistir, pero Olivier Assayas no trabaja esta mezcolanza postmoderna con ironía, sino igualando el tono de la propuesta, y tratando con la misma seriedad todas sus partes: las secuencias sobrenaturales son genuinamente inquietantes, y en ellas el director mide los tiempos, el sonido y el espacio como si llevara toda la vida dirigiéndolas.

En su afán por plantear lo fantástico en un entorno estrictamente contemporáneo, Assayas da con una forma hasta ahora inédita de contacto paranormal, haciendo que Maureen sea contactada por una persona o ente desconocido a través de la app de mensajería de su móvil; de este modo, se crea una conversación textual que pasa a guiar (o, casi, a dirigir) las acciones de la protagonista, actualizando por la vía del software las llamadas de teléfono que hacía el Hombre Misterioso de Carretera perdida. Lo que propone Assayas en Personal Shopper es un camino para acercarse lateralmente al fantástico, encontrándolo en lugares improbables. De ahí, seguramente, que el cineasta quiera introducir en el relato los cuadros de la artista y seguidora del ocultismo Hilma af Klint, que se desplazó de lo figurativo a lo abstracto para tratar de alcanzar una dimensión más allá de lo tangible; y también recordar las sesiones de espiritismo que presenció Víctor Hugo, y ficcionadas a través de un falso telefilm que proporciona un curioso cameo de Benjamin Biolay encarnando hieráticamente al escritor. Gerard Casau

NOCTURAMA. Bertrand Bonello. 130 minutos. Francia, Alemania, Bélgica (2016). Con Finnegan Oldfield, Vincent Rottiers, Hamza Meziani. Sección Direccions.

El cine de Bertrand Bonello se siente cómodo en espacios cerrados, ya sean estos una mansión (De la guerre), un prostíbulo (L’Apollonide) o una casa (Tiresia). Dichos lugares delimitan e incluso potencian las obsesiones de sus personajes, que saben que el tiempo queda allí suspendido mientras el mundo exterior sigue su curso. En la segunda mitad de Nocturama, el lugar elegido para la acción es un centro comercial, donde se refugian varios jóvenes durante una noche tras haber cometido una serie de atentados en París. Lejos de estar preocupados, la mayoría de ellos optan por interaccionar con los productos que allí se encuentran dando lugar a una suerte de desenfreno consumista. Su comportamiento les define como seres indisociables de la sociedad en la que habitan y a la que, solo en apariencia, combaten a través de la violencia. La obsesión por la moda, la fama y la belleza que invadía las páginas de Glamourama, la novela de Bret Easton Ellis que Bonello traslada muy libremente a su imaginario, podría rastrearse aquí en el narcisismo de estos adolescentes terroristas necesitados de atención mediática y de ideología difusa. ¿O es que acaso la revolución no es más que una marca, un simulacro, en la sociedad del espectáculo?

La incontinencia verbal, el cinismo y las citas constantes a figuras públicas que dominaban el desmesurado relato de Ellis dan paso en Nocturama a una cierta abstracción, a un vacío en el que apenas se cuelan algunas referencias explícitas a nuestro presente. Es, de hecho, en la primera mitad de la película (que abarca la preparación y ejecución de los atentados) cuando vislumbramos el inesperado talento de Bonello para el thriller más depurado; aquel en el que sobran las palabras y son las acciones las que hablan por los personajes (es incluso posible pensar, por momentos, en Jean-Pierre Melville).  Aunque es probable que el elemento que más recordemos de Nocturama sea la música, que se integra orgánicamente en las imágenes hasta el punto de ser inseparable de estas. Bonello alcanza aquí lo sublime en al menos un par de ocasiones: el baile colectivo adolescente tras planear los atentados y el playback de My Way (en la versión de Shirley Bassey) de uno de los jóvenes en el centro comercial. Esta última escena, de gran ambivalencia por la letra y por lo que supone para el chico que la canta (que se ha vestido de mujer) acaba por definir la capacidad transformista de una película plagada de capas y sugerencias, donde la aparente arbitrariedad de los atentados entra en crisis con la posterior respuesta implacable del Estado francés. Carles Matamoros

O ORNITÓLOGO. João Pedro Rodrigues. 117 minutos. Portugal, Francia, Brasil (2016). Con Paul Hamy, Xelo Cagiao, João Pedro Rodrigues. Sección Seven Chances

Sensual, grotesco y políticamente incorrecto, el cine del portugués João Pedro Rodrigues transcurre en el reino de lo indebido: allí donde las peores pesadillas y las fantasías prohibidas devienen reales, desenmascarando el brillo y la miseria de la condición humana. Sus films suelen estar protagonizados por outsiders abocados a una suerte de sinsentido dramático. Sin embargo, el nuevo mártir de Rodrigues no tiene problema alguno con el orden social; tampoco esconde secretos inconfesables o traumas que desalienten su existencia. El director de O fantasma juega por primera vez con el destino de un hombre corriente llamado Fernando: un ornitólogo feliz, apasionado con su trabajo, que se adentra en la reserva natural de Trás-os-Montes con el fin de verificar el estado de unas aves en peligro de extinción.

Así, aunque la primera hora de O Ornitólogo está filmada a la manera pedagógica e inofensiva de un documental de National Geographic, el espectador no debe bajar la guardia. Tras la prolongada presentación del hábitat natural y del protagonista, llega el momento del delirio, un viaje hacia la revelación de la verdadera identidad del protagonista, que ha vivido toda su vida sin saber que es San Antonio de Padua. No es la primera vez que Rodrigues ironiza sobre la pasión por la religión a través de la figura del santo patrón de Lisboa. En su maravilloso cortometraje Manhã de Santo António, el portugués retrató a los lisboetas celebrando el día de San Antonio como zombis putrefactos que vomitaban o se desintegraban por las calles de la capital. Sin embargo, cabe aclarar que O Ornitólogo no es una frívola burla de la religión. Rodrigues ha definido su chocante ficción con el mejor oxímoron posible: una ‘hagiografía blasfema’ de San Antonio de Padua. Si algo demuestra O Ornitólogo es que la espiritualidad también puede manifestarse a través de la representación cinematográfica del sexo, la violencia o la muerte. Carlota Moseguí.

RESTER VERTICAL. Alain Guiraudie. 98 minutos. Francia (2016). Con Damien Bonnard, India Hair, Raphaël Thiéry.

Las imágenes que crea Alain Guiraudie se suelen caracterizar por su precisa limpieza, y por su aversión a la sobrecarga y a la afectación, pero en este caso, la historia que cuenta parece dirigirse, en cierto modo, a un territorio mítico, puntuado por símbolos a medio hacer. Encontramos paisajes inmensos, lobos que son a la vez objeto de fascinación y amenaza, e incluso cabañas perdidas en lo más profundo del bosque, donde se realizan peculiares terapias curativas con plantas. El protagonista es Leo, un cineasta que vaga por el sur de Francia en busca de inspiración para su nuevo guion. Lo primero que le vemos hacer es entrarle a un joven, apenas disimulando sus intenciones envolviéndolas como si fueran una oferta laboral. Al cabo de unos minutos, ya encontramos a Leo acostándose con una joven pastora a la que acaba de conocer, y a la que dejará embarazada. Ella no tardará en rechazar al bebé, dejándolo al cuidado de Leo, convertido de la noche a la mañana en padre soltero y sin rumbo fijo. El itinerario de Leo es circular, volviendo una y otra vez a los mismos escenarios para encontrarse con una serie de personajes que acaban conformando una suerte de familia trapezoidal, de lazos afectivos intermitentes e inesperadas posibilidades combinatorias/amatorias, que varían en función de lo que pida el cuerpo (y el deseo) en cada momento.

La repetición de paisajes niega la aparente difuminación del film, y lo coloca más cerca de lo que podría pensarse la constancia que marcaba la anterior El desconocido del lago. Y, como en aquella, Rester vertical muestra el florecimiento de una amistad entre dos personajes que no parecían ser afines: Leo y un anciano aficionado a escuchar a Pink Floyd a volumen ensordecedor. El punto climático de su relación se convierte también en la quintaesencia de la masculinidad que retrata el film: abandonada y condenada a morir en cuanto la flacidez se apodera del cuerpo, aniquilando esa verticalidad que el título del film convierte en juguetona polisemia. Gerard Casau

LADY MACBETH. William Oldroy. 89 minutos. Reino Unido (2016). Con Florence Pugh, Christopher Fairbank, Cosmo Jarvis. Inauguración.

Ópera prima del británico William Oldroy, Lady Macbeth se basa libremente en un cuento del escritor ruso Nikolái Leskov (que, a su vez, se inspiró en la célebre tragedia de William Shakespeare) y transcurre en la Inglaterra rural de la segunda mitad del siglo XIX. El film gira alrededor de Katherine, una joven de origen humilde casada con un hombre acaudalado que le dobla en edad y que reprime su libertad controlando sus movimientos. La trama, despiadada y cruda, se desarrolla a través de una puesta en escena despojada en la que las pocas estancias del palacete donde transcurre la acción (un comedor, una sala de estar, un dormitorio) se exhiben casi desnudas de objetos y muebles. La austeridad de los interiores ayuda a resaltar el protagonismo de las figuras humanas, que sobresalen en las cuidadas composiciones de Oldroy. La imagen recurrente de Katherine en el centro del encuadre, vestida de azul mientras espera sentada en una posición incómoda e inmóvil la llegada de su marido o de su suegro, expresa la sumisión que estos le imponen. Pronto, sin embargo, asistiremos a una rebelión que dará lugar a nuevos roles en un relato que fluctúa con lucidez entre varias formas de dominación: sexual, de género, clasista, racial.

El estallido de una relación sexual apasionada entre la protagonista y Sebastian, uno de los mozos de la casa, nos hará pensar por momentos en la desinhibición carnal femenina que exhibían con naturalidad Cumbres borrascosas (Andrea Arnold) y Lady Chatterley (Pascale Ferran), aunque aquí el entorno campestre es secundario y el sexo tiene consecuencias más funestas si cabe. No en vano, Katherine hará todo lo posible para conservar a su amante, incluso asesinar a los personajes que se interpongan en su camino. La película, consecuente con tan maquiavélica protagonista (interpretada con contenida brillantez por Florence Pugh), mantendrá la sobriedad formal mientras van produciéndose los crímenes. La violencia, aunque explícita en algunas ocasiones, tendrá lugar también en un fuera de campo aterrador. Aun así, Lady Macbeth nunca caerá en un tono grave o escabroso, en buena parte gracias a su oscuro sentido del humor y a un desarrollo conciso, implacable, en el que no hay lugar para planos que no hagan avanzar la trama. Quizás la película podría haber llegado más lejos en sus conclusiones, pero nos deja un estudio sobre las relaciones de poder fascinante y un planteamiento estético estimulante. Desde ya, el nombre del británico William Oldroy deberá ser tenido en consideración. Carles Matamoros

BITTER MONEY. Wang Bing. 152 minutos. Francia, China (2016). Con Ling Ling.

El documental Bitter Money, producción franco-china del director Wang Bing, muestra “una realidad que no gusta a las autoridades chinas”, un crudo retrato de las condiciones deplorables en las que viven muchos trabajadores y que es exportable a otros países, ha explicado el productor de la cinta Vicent Wang. Bing, autor de la célebre y monumental Al oeste de los raíles, dedicó dos años a capturar en miles de horas de grabación la vida cotidiana de los trabajadores de las grandes ciudades que han viajado hasta allí desde otras zonas del país en busca de una oportunidad de prosperar. “Una realidad deplorable que no solo ocurre en China, por eso es importante mostrarla”, ha afirmado el productor.

Uno de los asuntos que más aflora en la película es la obsesión por el dinero, algo que se ha convertido en el “principal valor” que mueve a los jóvenes, animados por las autoridades. Lo más complicado para Wang Bing fue “permanecer como un testigo distante” y fijar la cámara en escenas como la que protagoniza una mujer que es golpeada por su marido ante la indiferencia de los testigos: “Es una muestra del frenesí continuo que se vive en estas ciudades”. En medio de malas condiciones de vida y situaciones violentas y opresivas, sorprende según el productor “la discreción del director con una pequeña cámara que nadie veía como un agente dañino”. En las manos de Bing, la cámara nunca se encuentra completamente estática, se percibe una actitud de respeto hacia el otro: acompaña, observa, incluso es invitada a seguir a los personajes, pero nunca los empuja o los hace retroceder. Renan Camilo

MALGRÉ LA NUIT. Philippe Grandrieux. 156 minutos. Francia (2015). Con Kristian Marr, Ariane Labed, Roxane Mesquida.

Contextualizada en un “Paris en constante mutación, un Paris expuesto a un cielo expandido”, como ha señalado el propio Grandrieux, Malgré la nuit funciona como un psico-thriller que rastrea, de manera antipornográfica pero a través de flagelantes escenas de violencia, una sexualidad enfermiza, confundida. Las extrañas criaturas que protagonizan esta ficción macabra rara vez verán la luz del Sol brillando sobre ese cielo “expandido”, puesto que son unos vampiros del sexo que sólo interactúan cuando cae la noche, haciendo honor a su alma oscura y decadente. El director de La vie nouvelle altera nuestra visión de la capital francesa a través de la absorbente e hipnótica carga erótica de la ciudad, aunque a diferencia de lo que ocurría en Mercuriales de Virgil Vernier, el París de Grandieux no es un escenario deslocalizado entregado a la sensualidad, sino un territorio muy concreto y marcado por una sexualidad insaciable y amoral.

La trama circular de Malgré la nuit se desarrolla en torno al retorno de un inglés a su amada Paris. Después de que Pete Doherty abandonara el rodaje, el rol protagonista pasó a ser interpretado por un sublime Kristian Marr, cuyo debut actoral dará mucho de que hablar. El regreso del protagonista a París responde a la búsqueda a una chica llamada Madeleine. Sin embargo, nada de eso será narrado de forma explícita, sino que lo adivinaremos a través de breves diálogos que darán paso a escenas de sexo o de extrema violencia con otras dos mujeres: Lena (Roxanne Mesquida) y Helena (Ariane Labed). Manteniendo un interés permanente por la reflexión filosófica en torno al mal –una meditación de tintes Sadianos–, Grandrieux trabaja la ambientación y el fuera de campo de un modo que remite a los primeros trabajos de Gaspar Noé –Solo contra todos e Irreversible–, mientras que la puesta en escena de la barbarie humana hace pensar en Anticristo de Lars von Trier. En el pasado Festival de Rotterdam, la película fue calificada de “lynchiana”. Más allá del juego de referentes, el autor de Un lac lleva aquí su inclasificable estilo hasta la cúspide. Carlota Moseguí