Página web del REC – Festival Internacional de Cinema de Tarragona.

SIEMBRA. Ángela Osorio, Santiago Lozano. 82 minutos. Colombia (2015). Con Diego Balanta, Ines Granja, Jose Luis Preciado. Opera prima.

Presentada en la sección Cineasti del Presente del pasado Festival de Locarno, Siembra es una sugerente muestra de cine radical. El film, rodado a cuatro manos por los directores colombianos Ángela Osorio Rojas y Santiago Lozano Álvarez, nos acerca hasta la esencia multicultural de la ciudad de Cali, cada vez más sacudida por constantes olas de inmigrantes provenientes de pequeños pueblos de la región. La historia del anciano Tuco y su hijo de diecinueve años, Yosner, es el testimonio de una de las numerosas familias que perdieron sus tierras y tuvieron que mudarse a la metrópolis por culpa del conflicto armado de Colombia. Con su exquisita fotografía en blanco y negro, el visionado de Siembra se convierte en una experiencia inolvidable gracias a sus intermitentes estallidos musicales. Acompañamientos musicales (primitivos o modernos) que decoran un film centrado en la puesta en escena de repetitivos rituales ancestrales: cánticos litúrgicos de funerales u otras celebraciones, el hip hop que marca el ritmo de las batallas callejeras y la cumbia que bailan los nostálgicos en los salones. El contraste entre la modernidad y las tradiciones milenarias es la esencia de esta trágica historia sobre el luto por la muerte de un ser querido. Carlota Moseguí

SON OF SAUL. László Nemes. 107 minutos. Hungría (2015). Con Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér. Opera prima.

El pasado Festival de Cannes se vio sacudido por sorpresa por esta imponente ópera prima del húngaro László Nemes, asistente de dirección de Béla Tarr en The Man from London. Una pesadillesca inmersión en el horror de los campos de concentración nazis, la película propone una cruda reflexión sobre los límites de la representación de la abyección histórica. Filmada en largos planos en los que el protagonista –un preso que realiza tareas de “limpieza” y “mantenimiento” en las cámaras de gas– permanece siempre en primer plano, Son of Saul nos invita a experimentar el terror de primera mano, aunque lo que intuimos es más de lo que llegamos a ver. En el interior de las cámaras de gas –un espacio vedado históricamente para la ficción fílmica–, los cuerpos de las víctimas de la barbarie quedan ocultos en los márgenes del plano o en el fuera de campo. En el centro de la imagen, resta un hombre aferrado a su último halo de humanidad: su deseo de enterrar de forma digna el cuerpo de un chico que podría ser su hijo.

Planteada desde un rigor formal extremo, la película se pregunta sobre la posibilidad y la necesidad de dejar un registro directo de la barbarie: una de las subtramas de esta película torrencial presenta a los prisioneros intentando realizar y esconder fotografías de su cruda realidad. Por desgracia, este film que, en su mayor parte, consigue ser explícito y sutil al mismo tiempo, sorprende por unas inesperadas salidas de tono (sobreexposiciones del horror) que merman su alcance global. Aún así, el esfuerzo de Nemes por ofrecer una nueva, vívida y reflexiva visión del Holocausto merece toda nuestra atención. Manu Yáñez

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LES AMIGUES DE L’ÀGATA. Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius, Marta Verheyen. 70 min, España (2015). Con Elena Martín, Marta Cañas, Victoria Serra, Carla Linares. Sección Opera Prima.
Escrita, dirigida, filmada y montada por cuatro jóvenes realizadoras, Les amigues de l’Àgata retrata de forma tan fluida como sutilmente elíptica el día a día de cuatro “amigas del cole” cuyo férreo vínculo personal, casi fraternal, debe amoldarse a las nuevas vivencias de la etapa universitaria. La película corre el riesgo de ser identificada como una mera Girls a la catalana; sin embargo, más allá del preciso trabajo con la tipología de los personajes y la atención a los rituales juveniles, Les amigues explora tempos y texturas singulares: momentos de pausa que avivan la representación más allá de su poderosa energía narrativa.
Por momentos, la cámara busca con nerviosa insistencia los rostros de las protagonistas, como identificándose con la excitación e incertidumbre de la posadolescencia –evocando además todo un universo fílmico que va desde el cine de John Cassavetes a la reciente La vida de Adele–. En otros momentos, se imponen el sosiego slacker, las confidencias secretas mientras en una pantalla de ordenador se proyecta la magnífica Foxes de Adrian Lyne. En Les amigues no hay rastro de paternalismo, menos aún de moralismo; como ocurría con las películas de John Hughes, resulta evidente que las directoras comprenden la auténtica relevancia de los pequeños grandes dramas de sus protagonistas. Así, la compenetración entre cuatro directoras y cuatro (excelentes) actrices hace realidad el más mágico de los triunfos interpretativos: la volatilización de la ficción, la ilusión de estar ante unos personajes reales. Manu Yáñez

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LAS MARIMBAS DEL INFIERNO. Julio Hernández Cordón. 75 minutos. Guatemala (2010). Opera prima (fuera de competición) + Al pot petit.

¿Qué sabe usted de Guatemala? ¿Tienen cine en “el lugar de muchos árboles”? Es posible que si uno cultiva la curiosidad por el continente latinoamericano, su historia y su política, el pasado y el presente de Guatemala no resulten lejanos. De ser así, tal ve sepa que desde los comienzos del cine Guatemala fue un país fértil para el séptimo arte, aunque su devenir histórico en el siglo XX interrumpió ese perfil y esa esperanza. Las marimbas del infierno arranca como si fuera un documental. Alfonso Tunche habla a cámara y cuenta sobre su (mala) suerte. Lo chantajean, lo persiguen, y él solamente pretende quedarse con su marimba, instrumento esencial en la cultura guatemalteca. Unos títulos suministran mayor información. En 2007, este músico iba a formar parte del primer filme de Hernández Cordón, pero el temor del protagonista “obligó” a dejar afuera su parte. De ese inicio, es difícil intuir que Las marimbas del infierno es una comedia; lo que será evidente siempre es que la vida en Guatemala no es sencilla.

Dedicada a todos aquellos que se involucran en proyectos imposibles, la película de Hernández Cordón desarrolla una historia tan verosímil como delirante. El músico encontrará asilo en la casa de un ahijado, Chiquilín, que le presentará a Blako, médico, religioso y fan del metal, con el que habrán de conformar una banda de heavy metal cuyo nombre es homónimo al de la película. Poco importa si el grupo musical conocerá el éxito. Bastarán un par de ensayos y algunas situaciones para que Hernández Cordón desarrolle un retrato discreto pero férreo de una sociedad específica y del lugar del arte en esta sociedad. Como sucedía en Gasolina, la premiada ópera prima del director, un filme formalmente ampuloso y menos simpático que éste, la violencia social es el tema central de Hernández Cordón. En esta oportunidad, el malestar es evidente, pero la violencia explícita permanece en fuera de campo y el humor neutraliza las calamidades y sintoniza con un espíritu noble de resistencia. Roger Koza (crítica completa en Con los ojos abiertos).

 

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VICTORIA. Sebastian Schipper. 140 minutos. Alemania (2015). Con Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski, Max Mauff. Opera prima (fuera de competición).
Las películas rodadas en una sola toma parecen estar a punto de volverse una moda. Con la capacidad del digital para filmar sin límites temporales, con la movilidad de las pequeñas cámaras y con la posibilidad de tapar digitalmente las uniones entre planos (falseando el plano secuencia), el éxito de Birdman y la buena repercusión de Victoria bien podrían crear escuela. El film de Schipper dura 140 minutos y está hecho del tirón según asegura su realizador: un rodaje que comenzó a las 4.30 de la madrugada y terminó cerca de las 7. Otros dicen que en realidad son al menos tres tomas diferentes y están los que aseguran que Schipper filmó tres veces la película entera y luego usó la que le salió mejor. Nunca lo sabremos, o tal vez sí, pero lo que importa finalmente es si con eso logra crear una buena película.
Victoria es el nombre de una chica española que vive en Berlín (Laia Costa) y que, cuando arranca el film, está bailando en un club de música electrónica. Algo borracha, sale a tomar su bicicleta e irse a su casa cuando en la entrada se topa con cuatro berlineses alcoholizados que la alientan a seguir “la noche” con ellos. Victoria no se amedrenta y los acompaña en su recorrido callejero. Un itinerario nocturno a través del cual la película virará desde el retrato naturalista-dramático hacia el thriller delictivo. Victoria es una película que parece pedir a gritos un remake hollywoodiense: pura adrenalina, acción y suspenso, con algunos interesantes comentarios sociales y de género en el medio, que pintan la Berlín multicultural y moderna tal como es en la realidad. Tal vez les falte complejidad a los personajes y cuesta creer algunas de las cosas que terminan pasando, pero aún con sus defectos se trata de un film policiaco (o de un drama que se vuelve policial) impactante y envolvente. El plano secuencia distrae por momentos distrae, pero no hay dudas de que hace funcionar a la película y le da energía y nervio. Diego Lerer (crítica completa en Otros Cines).

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LA NOVIA. Paula Ortiz. 95 minutos. España-Alemania (2015). Con Inma Cuesta, Alex García, Asier Etxeandía, Leticia Dolera. Clausura.
Presentada en el pasado Festival de San Sebastián, esta película de Paula Ortiz (De tu ventana a la mía) se acerca con considerable osadía a las Bodas de sangre de Federico García Lorca. Durante su visionado, no pude evitar sentir una simpatía complementada con puntuales estallidos de jolgorio ante una propuesta que no tengo del todo claro donde ubicar en un paisaje de excepciones e insularidades como el del cine español actual (y de siempre). Ortiz se las ve con Lorca sin miedo al ridículo ni a la lírica, más bien con una confianza plena en la fuerza evocadora de sus versos y depositándose en los hombros de su más que acertado reparto, para llevar a buen puerto este polvoriento western de mujeres. Desconozco el proceso de gestación de La novia, si fue un parto feliz, si fue complicado, si fue tan árido como los paisajes de la película o más bien no, pero el caso es que tiene problemas de sobreproducción, no sé si me haré entender: tanto a nivel de fotografía como en lo que respecta al montaje, demasiado rápido y cortante en ocasiones, muy de videoclip, a menudo la película parece empeñada en no querer distanciarse en exceso de ese aspecto y esos colores que a veces parece que sean siempre los mismos en un cierto cine español, digamos, de calidad. Cuando se quiere poner turbia o violenta, a menudo deviene vulgar. Hay pasajes hermosos, contagiosos, como el momento en el que La Novia sale a cantar La Tarara, y otros en el que un arrobamiento excesivo desactiva la intensidad de los versos de Lorca, como ese duelo final punteado por el Pequeño vals vienés. Pese a todo, pese a sus imperfecciones, es una película que te mantiene con los ojos y los oídos abiertos y te recuerda que hay cosas, pasiones, que no mueren con el tiempo. Ojalá sea cierto eso que decía Gil de Biedma en su poema “Pandémica y celeste”, que mueren en paz los que han amado mucho. Toni Junyent

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MUSTANG. Deniz Gamze Ergüven. 97 minutos. Turquía, Francia, Qatar, Alemania (2015). Con Ilayda Akdogan, Doga Zeynep Doguslu, Elit Iscan, Günes Sensoy, Tugba Sunguroglu. Opera prima.

Cinco hermanas pre y post adolescentes disfrutan de haber terminado las clases y aprovechan el verano para meterse con unos compañeros en el mar para unos juegos bastante inocentes. Sin embargo, para varios integrantes de la conservadora comunidad de ese pueblo del norte de Turquía ese tipo de comportamientos son inaceptables y escandalosos. Las chicas han perdido a sus padres y son criadas por una abuela algo permisiva, pero el estricto y por momentos cruel tío ha decidido que las chicas deben ser controladas (reprimidas). Primero, son casi confinadas a permanecer en la casa/prisión y a usar ropas que no sean “tentadoras” y luego son obligadas a casarse en matrimonios por conveniencia arreglados por los adultos de las distintas familias. Pero no todas están dispuestas a aceptar las reglas tradicionales (patriarcales) e iniciarán distintos actos de rebelión con, claro, múltiples e inesperadas consecuencias. Esta suerte de Las vírgenes suicidas turca tiene una sensibilidad poco frecuente para exponer los más íntimos códigos de las relaciones entre mujeres y, más allá de su sentido políticamente correcto (feminista) contra el extremismo y el fanatismo que va ganando terreno en Turquía, se trata de una película inteligente y conmovedora, un extraño crowd-pleaser que pasa de la tragedia a la comedia con una facilidad asombrosa. Un prometedor debut de esta joven directora, que tuvo como coguionista a la francesa Alice Winocour y al enorme Warren Ellis en la banda sonora. Diego Batlle