Hace unos años hubo un boom de películas que decidieron tratar el tema del incesto creando una serie de polémicas más bien superficiales ante la considerada última frontera de lo políticamente incorrecto. Pieta de Kim Ki-duk, Mi madre de Christophe Honoré, Savage Grace de Tom Kalin o Shame de Steve McQueen llenaban titulares aunque la idea en general pasaba más por la integración en la trama que en el fondo. Hace 40 años Louis Malle hizo exactamente lo contrario: Un soplo en el corazón también habla del incesto de una manera incómoda, pero no lo hace nunca aportando una valorización moral al respecto porque el incesto no es el tema, sino una de las consecuencias del mismo: la llegada a la vida adulta de un niño. El protagonista, un chaval de 14 años al que le han detectado un soplo en el corazón, se encuentra en un balneario con una serie de personas y acciones que determinan su vida y, sobre todo, su perspectiva ante la misma. El incesto es efectivamente perturbador, pero también extremadamente bonito porque aquí no se trata de dictar sentencia sino de asistir al juicio. ER

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