Spotlight lo tenía todo para convertirse en otro de esos films épicos y sentimentales que, a la manera de Philadelphia o Erin Brockovich, dan cuenta de los esfuerzos y sacrificios heroicos que es capaz de realizar el ser humano en nombre de la verdad y la justicia. Sin embargo, Spotlightes una película menos ortodoxa de lo que podría parecer, un film capaz de esquivar la fórmula actual que convierte toda película sobre profesionales en un festín de vertiginosas batallas dialogadas. En Spotlight, los periodistas del Boston Globe que trabajan por sacar a la luz una trama de encubrimiento de casos de pederastia en la archidiócesis de Boston no hablan deprisa a no ser que la situación lo requiera y en lugar de correr por los pasillos de la redacción, caminan con pausa, marcando territorio. El compromiso de Thomas McCarthy  con el caso real que pone en escena también se expresa en su genuino interés por el profesionalismo de sus protagonistas. Cada día es menos habitual encontrar películas centradas en el trabajo. La ley del arco romántico, del drama familiar, del trauma explicativo, parece marcar la pauta del cine industrial yanqui. Por su parte, a la manera de Sidney Lumet o Alan J. Pakula, McCarthy limpia su película de ruido dramático ambiental y se concentra en la investigación llevada a cabo por sus protagonistas. Así, la columna vertebral de este film esquelético, sin florituras, es la indagación periodística, que basta para mantener la película en movimiento. Manu Yáñez

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