Ta´ang, estrenada en el Forum de la Berlinale de 2016, transcurre, no por azar, en una zona fronteriza entre China y Birmania, siguiendo a un grupo de refugiados birmanos que buscan cobijo en China, huyendo de la guerra en su país. Gente en tierra de nadie, despojados de valor, identidad y reconocimiento, y a los que la cámara de Bing restituye por unas horas como seres humanos. La película bien puede ser vista como el epítome de todo el trabajo anterior de Bing, pues retoma el espíritu de toda su filmografía previa, que ha estado siempre centrada en aquellos que no encuentran su lugar: el seguimiento, el retrato, la reivindicación silenciosa de gentes en movimiento, de entrada, o de salida, o sencillamente desplazados a los márgenes del sistema. Bing acompaña, muy de cerca, a varios grupos de refugiados, viaja y cena con ellos, les filma en un tiempo cotidiano muy desdramatizado, casi rutinario, y su presencia es obvia, pero no ostentosa: hay quien mira a la cámara, hay quien la ignora, en un tenso pero efectivo juego entre veracidad, realismo y construcción.

Bing, que siempre ha sido un realizador profundamente nacional, empeñado en construir un retrato lo más completo y complejo posible de la China contemporánea, poniendo siempre en relación su pasado olvidado y su presente escondido, enlaza en esta película con un zeitgeist globalizado que excede las cuestiones identitarias exclusivamente chinas, para vincularse al espíritu global de una época que tiene en el drama de los refugiados uno de sus más grandes retos. ¿Qué hacer con quienes buscan refugio, qué hacer con los que huyen de las guerras que nosotros mismos hemos creado, qué dice de nosotros la indiferencia, el olvido, la mirada apartada? La película, de hecho, apenas se centra en la relación de los refugiados con las autoridades o los habitantes de la región china, y prefiere retratar el deambular de varios grupos de refugiados. Estructurada en tres largos capítulos, cuatros días y tres noches, como en Father and Sons (2014), estrenada en Doclisboa, Bing mantiene un enorme fuera de campo en el que se situaría el espectador, porque, de alguna manera, somos nosotros los responsables pasivos de estar provocando, consintiendo o al menos viendo sin reaccionar el espectáculo de la muerte y el drama de tantos y tantos seres humanos.

Proyección de Ta’ang en La Casa Encendida (Madrid).