Más allá de si estamos ante la mejor película española del año pasado o no, lo cierto es que Tarde para la ira responde fielmente a ese tópico que asegura que una obra puede estar narrada con buen «pulso». El debut tras las cámaras de Raúl Arévalo sorprende primero por su condición de thriller esquemático donde la trama es más esqueleto que carne, dicho sea desde un punto de vista positivo. A su vez, estamos ante un buen ejemplo de cómo el género puede anclarse en un país y hacer de ello una de sus mejores bazas: si Tarde para la ira ha destacado entre la cosecha anual de cine español no es tanto por ser una vuelta de tuerca al subgénero de venganzas sino por situarse conscientemente en un escenario de extrarradio donde las esquinas del plano y el serrín en el suelo definen mejor que los propios personajes todo un país. La Filmoteca de Catalunya incluye la película dentro de su ciclo dedicado al mejor cine de 2016. ER

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