El protagonista de Temblores, un directivo empresarial de éxito y padre de familia, no puede ocultar más su homosexualidad. Una revelación que pronto se convierte en revoltoso vox populi. El director y guionista Jayro Bustamante (recordado por su ópera prima, Ixcanul) amaga con situarnos en una burbuja telenovelesca, pero esta se rompe inmediatamente por la renuncia a acudir al pathos (ni una sola nota osa marcar el tempo emocional del relato) y por una carga política que se adueña de cada imagen. Pasado el primer temblor, vemos cómo la familia se dispone a aplastar al familiar. Los primeros serán los últimos: quien antes era privilegiado ahora está a punto de convertirse en principal perjudicado de un supuesto mal que solo puede atacarse desde el tabú. Derecha e izquierda; hombres y mujeres; lo secular y lo eclesiástico. Embistiéndose mutuamente, muy a su pesar. A través de este dualismo, el director vampiriza la retórica del enemigo. Así, denuncia (sin gritar) y se burla (sin reír) del absurdo más infernal: la imposibilidad de la plena libertad individual. Víctor Esquirol

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