La eterna fascinación de Abel Ferrara con los abismos de la adicción y la culpa alcanzaron una suerte de cenit expresivo y delirante en este salvaje retrato de un policía abocado al abandono de sí mismo. Persiguiendo obsesivamente el cuerpo en movimiento y el alma en descomposición de Harvey Keitel (que reinventó aquí la figura del actor kamikaze), Ferrara compuso una cruda e infinitamente emotiva oda a la fragilidad del ser humano. Algún cinéfilo puede encontrar en el Nueva York de Ferrara un eco lejano del primer Martin Scorsese, aunque los postulados de Ferrara –otro cineasta obsesionado con la religiosidad (la culpa y la redención)– son más extremos que los del director de Malas calles. Por muy decadentes y amorales que puedan ser sus personajes, Ferrara siempre está con ellos, abrazándolos en su caída libre al corazón de la dicha, el sufrimiento, la condena y el amor. MY

Programación completa de Phenomena.