El caso de Gonzalo García-Pelayo es uno de los más singulares del cine español: desaparecido durante años después de haberse convertido, en los 70, en uno de los nombres esenciales del cine independiente español, Pelayo reapareció en 2013 con Alegrías de Cádiz, su primera película tras casi cuarenta años de silencio cinematográfico. Objeto de una reivindicación nacional e internacional de sus primeras películas, con retrospectivas en Viennale (Viena), Jeu de Paume (París), CGAI (A Coruña), o el Festival de Cine Europeo (Sevilla), García-Pelayo encontró en la relectura y revisión crítica de su obra el impulso necesario para volver al trabajo cinematográfico con una vitalidad recobrada. Así, desde 2013, García-Pelayo ha filmado y estrenado Niñas (2014), Copla (2015), Amo que te amen (2015) y ahora Todo es de color (2016).

Del rumbo adquirido en sus nuevos trabajos, incluyendo su más reciente película, puede deducirse, al menos en un primer análisis superficial, un recobrado interés de García-Pelayo por la música como algo más que un mero elemento del lenguaje cinematográfico: tanto en Copla como Amo que te amen y ahora Todo es de color, la expresión musical adquiere grado de protagonista en diversas formas y lecturas, pero siempre como una expresión de una vida posible, de un amor que está ahí (“el amor está ahí, la vida es posible”, dijo alguna vez García-Pelayo), y que sin embargo no termina de alcanzarse de forma plena. Como ya apunta la elección de la copla como genero a explorar, la música se erige en expresión de una posibilidad de vida que no esconde el peligro de lo insatisfecho, el amargor de la muerte, la conciencia de que la vida es siempre alegre y dramática al mismo tiempo, intensa pero doliente. La vida es música, parece decir Pelayo, un correr inevitable hacia el mar, una carrera de pérdidas que nos abocan a una alegría de doble cara.

Todo_es_de_color

Ese diálogo con la muerte, que tan presente estaba en las películas de su primera etapa, vuelve de forma muy clara en Todo es de color, una película sobre la perdida y la búsqueda, sobre la música como bálsamo para esa vida que nos aboca al dolor, pero también como expresión de la amargura, lo inalcanzable, y lo finito. Todo es de color, afirma el título, y el color incluye también el negro del duelo, el marrón del amor no correspondido, el rojo de una pasión que quema y aviva las llamas. Tomando como título una canción del grupo de rock progresivo Triana, del que García-Pelayo fue descubridor y productor en los años setenta del pasado siglo, García-Pelayo, ayudado en el guión por su hermano Javier y por el cineasta y guionista Carlos Molinero, ha puesto en escena un tributo al mítico grupo andaluz con una propuesta que no podría alejarse más del producto tradicional de homenaje musical: renunciando a todos los tics del género (entrevistas, material de archivo, nostalgia, memorabilia y necrofilia emocional) Todo es de color apuesta por ser una encarnación del espíritu salvaje, vividor, profundamente enraizados con su tierra, al mismo tiempo trágico y jocoso, intenso y liviano.

Todo es de color es en esencia, una película de ficción a la manera de Pelayo: con personajes reales que recitan sus papeles de forma claramente forzada, junto a actores profesionales, espontáneos deslumbrantes, y varias tramas narrativas que van diluyéndose de forma progresiva en una amalgama donde la música de Triana revivida en manos, voces, cuerpos de quienes los consideran parte de su vida se convierte en la autentica protagonista. La película, que se articula entre una road movie y la preparación de un pequeño concierto, casi familiar, de homenaje a Triana en un camping gaditano, flojea en su parte cómica, en los interludios del camping, las peripecias por levantar el concierto, y los escarceos amorosos de un grupo de turistas, pero se eleva cuando se deja llevar por el viaje y la intensidad musical, por la pasión, la memoria, y el viento del Estrecho de Gibraltar, poniendo en escena ese arte de vivir abrazando todos los colores de la vida: los excesos, los defectos, las alegrías, las penas, la muerte, el olvido, y el recuerdo.