Mejor Película: Host de Rob Savage. Desde que la descubrí en el Festival de Sitges, la película ha ido haciéndose un lugar en mi mente, poco a poco, hasta llegar a convencerme de que se trata de una propuesta redonda. No le sobra ni un plano, no le falta ni una coma, y es tan paradigmática de nuestra contemporaneidad (¡tan 2020!) que no tendría sentido para mí no otorgarle la distinción de película del año.

Mejor Dirección: Amy Seimetz, por She Dies Tomorrow. Llevo siguiendo de cerca a Seimetz desde que protagonizó Upstream Color y este proyecto nos muestra a una creadora que parece haber alcanzado la madurez. Con esta mención, va el deseo de ver bien pronto nuevas obras suyas.

Mejor Actuación Protagonista: La pareja protagonista de Mandíbulas, de Quentin Dupieux. David Marsais y Grégoire Ludig son totalmente inseparables el uno del otro. Graciosos, enternecedores, únicos, el dúo nos regaló uno de los platos fuertes del año.

Mejor Reparto: El femenino linaje de Relic, de Natalie Erika James: Emily Mortimer, Bella Heathcote y Robyn Nevin, que funcionan como piezas perfectas de un engranaje de terror a fuego lento.

Mejor Fotografía: Un ex aequo para dos filmes muy distintos. Primero, a la labor de Roger Deakins en 1917 de Sam Mendes. Aunque la propuesta pueda dejar bastante que desear en términos de originalidad o trascendencia, no puedo quitarme de la cabeza ese despertar, en una ciudad en llamas, ese paso del azul a los anaranjados, y el travelling descendiente que lo acompaña. En segundo lugar, a la fotografía de Martin Gschlacht para Little Joe de Jessica Hausner, con esa colorida pesadilla de ciencia ¿ficción?.

Mejor Montaje: Robert Frazen por Estoy pensando en dejarlo de Charlie Kaufmann. Mérito a medias con el guion de Kaufman e Iain Reid, autor del libro del cual surge este argumento. El ritmo y la extrañeza de esta película son únicos.

Mejor Guion: Cómo sobrevivir en un mundo material (Kajillionaire), de Miranda July. Autora particular como ninguna, capaz de aunar lo ilógico y lo coherente, lo brillante y lo absurdo.

Mejor Diseño Sonoro: La envolvente y magnética atmósfera de First and Last Men, el proyecto de Jóhann Jóhannsson.

Mejor Plano: Cualquiera de los pertenecientes al universo mental de Andrea Risenborough en Possessor, de Brandon Cronenberg. A medida que la identidad de la protagonista va desintegrándose, el imaginario visual se vuelve más y más perturbador.

Mejor Documental: La inusual y sorprendente propuesta de Nuria Giménez Lorang en My Mexican Bretzel.

Mejor Experiencia en Sala: El glorioso caos de la vida, de Shannon Murphy, que marcó mi retorno a las salas de cine tras el interminable confinamiento.

Mayor Sorpresa: La sensible y sensata Jumbo de Zoé Wittock. Leyendo la sinopsis (chica se enamora de atracción de feria), nadie esperaría el acercamiento enormemente respetuoso que escoge la debutante cineasta belga.

Mejor Título: La reina de los lagartos de Burnin’ Percebes. Suena a sentido figurado, pero es maravillosamente literal.

Mejor Experimento Audiovisual: Mammón, de Nao Albet y Marcel Borrás, uno de los episodios de Escenario 0, la propuesta audiovisual/teatral de HBO España. La pieza reinventa de forma magistral el lenguaje performativo a la par que es extraordinariamente entretenida. Dos mentes artísticas a tener en cuenta.

Mejor Momento Seriéfilo: El retorno del universo Euphoria con el capítulo especial Euphoria: Las rayadas no son eternas (Parte 1: Rue).

Mejor salvavidas anímico: (Nota: Este premio substituye el premio a la “Mejor película para pasar la tarde”, en estos tiempos en los que lo que necesitamos, en realidad, es este salvavidas del entretenimiento). El premio es para Save Yourselves!, de Alex Huston Fischer y Eleanor Wilson, con unos desternillantes Sunita Mani y John Reynolds.

Mejor Programa Doble: Las casas retorcidas de Amulet (Romola Garai) y Casa ajena (Remi Weekes).

Película que no me entusiasmó, pero ha ido resonando en mi mente: El blockbuster lovecraftiano de William Eubank, Underwater.

Película que detesté, pero me gustaría revisitar: Lo último de los hermanos Safdie, Diamantes en bruto. Me provocó un estado de ansiedad general, pero algo me dice que se beneficiaría de un segundo visionado.

Película que amé, pero no quiero volver a ver (de momento): Voices in the Wind, de Nobuhiro Suwa.

Mejor película donde quedarse a vivir: En la nueva adaptación de la novela de Jane Austen, Emma de Autumn de Wilde. No tanto por el film en sí, pero quién puede resistirse a esa Inglaterra georgiana de enredos y desenredos amorosos en una comunidad de gente aburrida.

Mejor descubrimiento (no de 2020, pero sí en 2020): Tres títulos: la peculiarísima La leyenda de la casa del infierno de John Hough; mi reconciliación con Anna Karina en La religiosa de Jacques Rivette; y El Viyi de Georgi Kropachyov y Konstantin Yershov, la recuperación del clásico de culto soviético que pudimos recuperar en el Festival de Sitges.

Mejor descubrimiento (no de 2020, pero sí en 2020) Edición Series: El anime de Hideaki Anno, Neon Genesis Evangelion, que empieza siendo un shōnen al uso y desemboca en una complejísima y experimental reflexión sobre la imagen y la psique humana.

Repaso filmográfico del año: A modo de homenaje, el visionado íntegro de la filmografía de José Luis Cuerda, que gracias al tiempo confinada pude realizar en menos de una semana. Amanece, que no es poco y La lengua de las mariposas siguen siendo una absoluta delicia. Descanse en Paz.

Mejores propósitos/estrenos de año nuevo: El primer deseo para 2021 es que las cosas sean más fáciles para todas, también en el ámbito de la industria cinematográfica. Dicho esto, unos títulos que deseo con todas mis fuerzas poder ver en salas este 2021: el reestreno de Crash, de David Cronenberg; la afamada Nomadland de Chloé Zhao; Minari, de Lee Isaac Chung; Otra ronda, lo nuevo de Thomas Vinterberg; y la adaptación del musical debut de Lin Manuel Miranda, In the Heights. Cruzando los dedos.