Mejor película: Memoria de Apichatpong Weerasethakul. Escribí sobre ella para Fotogramas y Film Comment. Junto al compañero Víctor Esquirol –sin el cual no sé si habría sobrevivido al verano de 2021, en el que coincidieron Cannes y Venecia–, le robamos una hora a una madrugada cannoise para intentar dar cuenta de este Big Bang fílmico (Cahiers du Cinéma dixit) en el podcast de Otros Cines Europa.

Mejor director: Tsai Ming-liang por Rizi (Days). Desde que, en el verano pasado, leí el incisivo y provocador ensayo Contra la cinefilia, no dejo de darle vueltas a la necesidad de tomar distancia respecto a las imágenes y los esencialismos que reclama Vicente Monroy. En algunos focos resplandecientes del pensamiento fílmico contemporáneo, detecto, casi como si fuera un leit motif, una inclinación a abandonar la mirada devocional respecto a los autores, las formas y las prácticas cinéfilas, al menos tal y como se entendieron a lo largo del siglo XX. Y, sin embargo, no puedo negar que, para mí, el cine sigue siendo una cuestión de arrebatos y estremecimientos. Lo que sentí en el momento en el que Tsai Ming-liang decide armonizar su nueva obra maestra con las notas del Terry’s Theme de Candilejas de Chaplin no se puede explicar con palabras. Se trata de algo transfigurador. No vivirlo de esa manera implicaría renunciar a un tipo muy específico, y tremendamente valioso, de vínculo sensible y estético entre el cine y la vida.

Película más inspiradora: Benedetta de Paul Verhoeven, como ejemplo de coherencia autoral, convicción subversiva, persistencia del espíritu revolucionario y disposición a la sensualidad.

Película más política: A Night of Knowing Nothing de la joven cineasta india Payal Kapadia. Ninguna otra película de las que vi en 2021 se cuestionó de una manera más directa en qué consiste hacer cine hoy. En un contexto de violenta represión policial, corrupción institucional y genocidio cultural, Kapadia exprime la dimensión testimonial de la imagen fílmica y construye una fábula documental que aúna el doloroso ejercicio de memoria, el manifiesto político y una celebración de la joie de vivre.

Mejor actor: Franz Rogowski en Great Freedom de Sebastian Meise. ¿Es Rogowski uno de los grandes autores del cine contemporáneo?

Mejor actor secundario: Jesse Plemmons en El poder del perro de Jane Campion. Mientras el histriónico Benedict Cumberbatch lleva al límite de la caricatura el retrato de una masculinidad tóxica, el contenido Plemmons eleva la película hasta cotas insospechadas de emotividad cuando comparte con su amada (Kirsten Dunst) la alegría que le embarga al saberse finalmente acompañado.

Mejor actriz secundaria: Aitana Sánchez Gijón en Madres paralelas. Esta sentida encarnación de una madre sin instinto maternal corona el giro empático de la trayectoria de Pedro Almodóvar, inaugurado en su seminal Dolor y gloria.

Mejor mala actuación del año: Kristen Stewart en Spencer. En un triunfal acierto de casting, Pablo Larraín supo explotar la tendencia de Stewart a desnaturalizar todo lo que gesticula. Su Lady Di es un prodigio de autorreflexividad afectada: empoderada incluso en la enajenación.

Mejor dueto actoral: Carmen Machi y Pepón Nieto en Un efecto óptico de Juan Cavestany. Para que el farol surrealista de Cavestany diera resultado, necesitaba a dos maestros del naturalismo actoral. Sumidos en un pozo de extrañamiento, la angustia y hastío del matrimonio interpretado por Machi y Nieto palpita como algo próximo, inquietantemente reconocible.

Mejor cameo (y gag cinéfilo): La aparición de Michael B. Jordan en Space Jam 2, decepcionando a Lebron James y a los Looney Tunes al no ser “el auténtico Michael Jordan”.

Mayor OFNI (Objeto Fílmico No Identificado): Tres de Juanjo Giménez. Desde los márgenes del cine español, esta lúcida reflexión sobre el valor constituyente de la dialéctica imagen-sonido reclama un lugar central en el debate sobre el futuro del cine.

Mejor arranque: Annette de Leos Carax. So may we start…

Mejor final: The Card Counter de Paul Schrader. Trascendental.

Mejor combinación de arranque y final: En la personal teoría del caos que es Zeros and Ones de Abel Ferrara, hay dos pasajes que funcionan a la manera de un andamiaje autodestructivo. Antes del comienzo de la ficción, Ethan Hawke da la “bienvenida” al espectador en una grabación al estilo home movie que podría recordar al mensaje de agradecimiento con el que M. Night Shyamalan “decoró” el inicio de su Old (Tiempo). Cuando, después de que la película ha violentado la sensibilidad y la sinapsis del espectador, Hawke reaparece en pantalla para “despedir” al personal e ironizar sobre su diplomática introducción, uno toma consciencia de lo que constituye una verdadera transgresión (Ferrara) y lo que se queda en un juego pirotécnico, pero más bien inofensivo (Shyamalan).

Momento más emocionante: El plano de Get Back de Peter Jackson en el que Paul McCartney pasa de estar aporreando una guitarra a perfilar el riff de guitarra de la canción que da título al documental. Una transición audiovisual de lo salvaje-instintivo-animalístico a lo civilizado-codificado-artístico que me hizo recordar el vuelo del hueso de 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick, de las manos de un primate a una nave espacial que explora el espacio exterior.

Mejores momentos musicales: Las travesuras esteticistas de Nadav Lapid en la indomable Ahed’s Knee al ritmo de Lovely Day de Bill Withers y Be My Baby de Vanessa Paradis.

Mayor advenimiento autoral: Amalia Ulman por El planeta.

Mayor consagración autoral: La de Alexander Koberidze con ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?

Mejor trabajo referencial: Last Night in Soho de Edgar Wright. Además del aluvión de guiños al cine que inmortalizó el Swinging London de la década de 1960, Wright reaviva los fantasmas del dualismo femenino de Vértigo de Hitchcock y Mulholland Drive de Lynch para denunciar de forma locuaz la cosificación de la mujer en la realidad y en el cine.

Mejor programa doble: All Light Everywhere de Theo Anthony y Rock Bottom Riser de Fern Silva. Desde la teoría (Anthony) y lo sensorial (Silva), estos dos jóvenes cineastas supieron aprovechar las formas del cine-ensayo para alertarnos de los males de un presente extraviado en un laberinto de pasados ilusorios y futuros aciagos.

Mayor sorpresa: Illusions perdues de Xavier Giannoli, a partir de la novela de Honoré de Balzac. En un año en el que la mayoría de cineastas subversivos se desviaron de su camino (Andrea Arnold en Cow), se ensimismaron (Bruno Dumont en France) o erraron el tiro (Adam McKay en Don’t Look Up), Giannoli denunció la corrupción de la industria cultural con una furia que lo hermana con el Martin Scorsese de El lobo de Wall Street y el Pietro Marcello de Martin Eden.

Mejor guion: El de Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener para The Last Duel de Ridley Scott, basado en la novela de Eric Jager.

Mejor personaje: Nescaffier (Steve Park), el apátrida y profesional chef de comisaria de policía de La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun) de Wes Anderson.

Mejor cortometraje: Descartes de Concha Barquero y Alejandro Alvarado.

Figura más deslumbrante: Mónica Valenciano en He venido a leer la noche de Manuel Fernández-Valdés.

Mejor gag: En Ron da error de Sarah Smith, Jean-Philippe Vine y Octavio E. Rodriguez, cuando el robot Ron le “consigue” al joven Barney una troupe de “amigos” formada por una abuelita coaccionada, un vagabundo, un loro y un motard con pinta de abusón.

Mayor shock: Reencontrar a Judy Hill –la estrella del documental What You Gonna Do When the World’s On Fire de Roberto Minervini– en el papel de reina local del narcotráfico en Red Rocket de Sean Baker.

Mejor dirección artística: El festín egipcio-ilicitano diseñado por Leonor Díaz para el Espíritu sagrado de Chema García Ibarra.

Mejor film históricoIl buco de Michelangelo Frammartino, que recrea la expedición espeleológica realizada en 1961 al Abismo de Bifurto, una de las cuevas más profundas del mundo.

Película más sobrevalorada: La peor persona del mundo de Joaquim Trier.

Película más infravalorada: Freaks Out de Gabriele Mainetti.

Mayor ilusión-decepción intrafílmica: El interés que me despertó la abstracta premisa de Sundown de Michel Franco –el retrato de un Bartleby contemporáneo encarnado por un aserenado Tim Roth– se difuminó en cuanto la película hizo explícitas las motivaciones de su protagonista y, sobre todo, las de su director, siempre interesado en fustigar a sus personajes y al espectador.

La película que a la mayoría le pareció magistral y a mí solo buena: Drive My Car de Ryûsuke Hamaguchi.

La película que pareció un gustarle a nadie (al menos en el Festival de Cannes) y a mí me pareció magistral: Tres pisos de Nanni Moretti.

Mejor entrevista: 25 minutos con Todd Haynes charlando sobre el preciado valor de lo minoritario a propósito de su notable documental The Velvet Underground.

Mejores textos críticos: Los libros Goodbye Dragon Inn de Nick Pinkerton y Paul Thomas Anderson. Masterworks de Adam Nyman. Como editor de esta web, fue un lujo leer de primera mano los fulgurantes “debuts” de Jaime Lapaz (glosando las maravillas de Belle de Mamoru Hosoda) y Ángela Rodríguez (alzando la voz en nombre de una nueva generación de críticas y espectadoras).

Mejor serie: Ninguna, y eso que les di oportunidades a Wanda Vision, Ted Lasso, Mare of EasttownSuccession… Tengo pendiente ver Midnight Mass.

La película que vi más veces: Encanto de Jared Bush, Byron Howard y Charise Castro Smith. We Don’t Talk About Bruno se ha convertido en el himno doméstico de los Colell Yáñez.

Mejores momentos cinéfilos: Este año, en horas de dedicación, la docencia se equiparó a la escritura en mi vinculación con el cine. Varios de los protagonistas de mi año cinéfilo fueron alumnos y alumnas que decidieron aceptar mi invitación a dialogar con (o combatir contra) la obra de Terrence Malick, Kenji Mizoguchi o Claire Denis. A nivel privado, mi momento cinéfilo del año fue el visionado junto a mis hijos de School of Rock de Richard Linklater. La mala educación.

Lo mejor de 2021: Laura, Gala volando sobre patines y Pau cantando Fly Me to the Moon.