En su texto El cuerpo utópico, Michael Foucault escribe acerca del cuerpo: “No puedo moverme sin él. No puedo dejarlo donde está. Puedo ir al fin del mundo, puedo esconderme bajo las sábanas, puedo hacerme tan pequeño como sea posible… Siempre estará ahí”. El cuerpo es nuestro límite y frontera, lugar de encuentro y campo de batalla, donde el yo se encuentra con los demás. La nueva película de la rumana Adina Pintilie, Touch Me Not, se edifica sobre el conflicto de ese “cuerpo utópico” del que hablaba Foucault: sobre la imposibilidad, o la dificultad, de encontrar cobijo en nuestras propias carnes. Trabajando sobre un esquema documental al que Pintilie superpone capas de representación, Touch Me Not está protagonizado por una actriz que encarna (nunca mejor dicho) a una mujer en la cincuentena que al enfrentarse al abismo de la muerte decide explorar sus propios límites corporales para tratar de encontrarse a sí misma. Junto a ella, la película despliega el retrato de un grupo de terapia con discapacitados físicos. La terapia de roce y exploración física, pensada para “rehabitlitar” a quienes no tienen control de su propio cuerpo, se da la vuelta y supone una exploración de la incapacidad de reconociliarnos con nuestra propia intimidad.

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