Página web del Festival Jóvenes Realizadores de Granada (25-30 octubre)

LAS NIÑAS SIEMPRE DICEN LA VERDAD | Virginia García del Pino | España | 2021 | 11 min.

A medio camino entre el cine de lo real y la fabulación fílmica, Virginia García del Pino ausculta nuestro presente a través de una distopía elaborada sobre los textos poéticos de Rosa Berbel. No es la primera ocasión en la que García del Pino decide hacer suyo un discurso ajeno. Lo hizo en la deslumbrante Improvisaciones de una ardilla, construida a partir de las charlas improvisadas del filósofo Josep Maria Esquirol. En esta ocasión, el material de partida es aún más resbaladizo, elusivo. Los poemas de Berbel, engarzados por la prosa de García del Pino, se asientan sobre figuras metafóricas de alto vuelo, como la idea de los “hombres pájaro que nunca volverán a pisar la tierra”, una imagen alegórica que toma forma en las imágenes de operarios de grúas. Más misteriosa aún es la aproximación de Berbel a la maternidad, que en sus palabras se perfila como un territorio de responsabilidades aberrantes; palabras que llevan la película hacia el territorio de lo siniestro y que García del Pino contrapesa con la observación de la juventud y la infancia como territorios de inocencia y transgresión. ¿Será la fuerza destructiva de los niños y los jóvenes la única posibilidad de salvación para nuestro mundo? Jean Vigo no hubiese tenido dudas a la hora de responder afirmativamente… y García del Pino le va a la zaga. También en su inventiva formal, que busca desmontar preceptos ordinarios para fluir poéticamente. Por momentos, Las niñas… se asemeja a una sinfonía urbana, luego se decanta por el experimento de ciencia-ficción-documental (situado en el año 2030), y finalmente apuesta por una forma barroca y autorreflexiva de ejercicio ensayístico, donde el texto amaga con someter a la imagen, como en el cine de Elías León Siminiani. Cuando la voz en off apunta que “la escena empieza a desenfocarse”, la imagen responde con pleitesía. Puede que, en ese gesto, Las niñas… se vuelva más previsible, pero no cabe duda de que la poesía también requiere de ciertas lógicas. Manu Yáñez

SECADEROS | Rocío Mesa | España | 2021 | 98 min.

Secaderos transita por lo real de la mano de un elemento fantástico que toma la forma de un ser –una suerte de avatar de los habitantes del lugar– que nace y se alimenta de los secaderos de la Vega de Granada, zona de la que es originaria su directora, residente en EEUU. Mesa debuta en el campo del largometraje de ficción, después de firmar el documental Oresanz (2013), tras una carrera marcada por su acercamiento a lo experimental, algo que se percibe en el tratamiento tanto de los paisajes (áridos y luminosos) como de un relato que explora, de forma poética, la difícil supervivencia del mundo agrícola.

La elegida para encarnar, en la película, la perspectiva de la cineasta es una joven que trabaja en el campo junto a su familia y que sueña con abandonar un día su tierra para disfrutar de otra vida. A su presencia se suma –en un juego de contrastes, pero también de espejos que reflejan distintas visiones del entorno– la aparición de una niña que llega a la provincia de Granada para pasar las vacaciones junto a sus abuelos. Sobre estas dos figuras femeninas –sobre sus anhelos, su forma de enfrentarse con el entorno y su relación con sus familias– construye Mesa una película que sabe asentarse sobre el misterio y la emoción, aun cuando cae puntualmente en los lugares comunes del drama iniciático. Así, en Secaderos, confluyen el dolor por una pérdida que resquebraja una infancia idílica y la angustia que despierta en la adolescencia la forma de vida de los adultos. Fernando Bernal

MAGNETIC FIELDS | Yorgos Goussis | Grecia | 2021 | 78 min.

Candidata por Grecia al Oscar a Mejor Película Internacional, la ópera prima de Yorgos Goussis es de esas historias mínimas con múltiples resonancias. Uno podría decir que no pasa demasiado (la premisa se resume en algo así: dos seres se encuentran por azar y deciden pasar juntos un fin de semana), pero hay tanto encanto y sensibilidad en la propuesta que uno querría quedarse con ellos más allá de la corta estadía que comparten. El muy barbudo Antonis (Antonis Tsiotsiopoulos) y Elena (Elena Topalidou) viajan a bordo de un ferry. A la salida, el coche de él se declara en huelga y queda varado. Ella se ofrece a llevarlo hasta el pueblo más cercano. Se hospedan en el mismo hotel, cenan juntos y al día siguiente recorren la isla en el destartalado coche de Elena. Antonis carga los restos de su tía, pero la burocracia le niega la posibilidad de enterrarlos donde la difunta deseaba. Elena está casada y tiene un hijo, pero se encuentra en plena crisis existencial. Nada de lo que hace (es bailarina clásica, por ejemplo) le satisface ni le encuentra sentido.

Ambas almas en pena se unirán entonces en esta suerte de viaje-escape sin rumbo fijo por las montañas, pero al mismo tiempo siempre cerca del mar. Fuman, charlan y tratan de reencontrarse. Lejos del pintoresquismo, con algo de El sabor de las cerezas de Abbas Kiarostami, y eludiendo el glamour y el romanticismo de Jesse y Céline en la saga de Richard Linklater, Goussis construyó en un rodaje de apenas 15 días, en plena pandemia, en el ya vetusto y precario formato MiniDV y con mucho espacio para la improvisación, una película agridulce y minimalista, que fluye llena de nobleza y humanismo. Diego Batlle