Página web de la Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani de Catalunya

BEFORE THE DYING OF THE LIGHT | Ali Essafi | Marruecos | 2020 | 68 min.

A principios de la década de 1970, en Marruecos, dos intentos de golpe de estado provocaron el endurecimiento del régimen monárquico y de los mecanismos de control de la ciudadanía. Fueron los conocidos como “Años de plomo” –enmarcados dentro del reinado de Hassan II, que duró desde 1961 hasta 1999– en los que proliferaron las persecuciones políticas, las desapariciones, la prohibición de derechos como el de protesta y manifestación, o una férrea censura artística, en todas sus formas. Entre las numerosas figuras culturales que sufrieron la persecución política, figuró el caso de Mostafa Derkaoui. About Some Meaningless Events, pieza que Derkaoui presentó en 1974 y en la que ponía en cuestión la salud y relevancia del cine marroquí, nunca vio la luz. Dada por perdida, la película se recuperó de forma milagrosa en un archivo barcelonés el año 2016.

En Before The Dying of The Light, el director de cine y productor Ali Essafi toma el film de Derkaoui como pieza central de su reflexión acerca de los “Años de plomo”. A modo de collage, Essafi mezcla extractos de About… con otras imágenes de archivo de la época, y ejemplos de distintas formas de arte que se vieron fuertemente afectadas por la represión, desde la cartelería hasta la música jazz. Las declaraciones que Derkaoui recogía en su pieza y Essafi recupera en Before… respiran en esta con un nuevo aliento. El cineasta marroquí elabora una cápsula del tiempo, una ventana a un pasado especialmente tormentoso para el país. Así, un tiempo y lugar que podrían resultarnos ajenos toman la consistencia de un todo coherente, lo que permite comprender lo que significa sufrir la represión ciudadana y la censura artística. A través del oportuno ejercicio de memoria, Essafi arroja nueva luz a una época oscura y de desasosiego, de la que existen contados documentos a modo de testimonio. Júlia Gaitano

SO WE LIVE | Rand Abou Fakher | Bélgica | 2020 | 15 min. (Incluido dentro de la sesión CINEMA D’URGÈNCIA)

En el brillante cortometraje So We Live, la cámara de Rand Abou Fakher, joven cineasta de origen sirio establecida en Bruselas, perfila una prolongada panorámica circular, en múltiples giros de 360°. Desde la perspectiva privilegiada del centro del comedor de una casa iluminada con velas, el espectador va descubriendo a una familia que sobrelleva el día a día de una guerra. Los niños leen y hacen los deberes mientras los adultos se distraen con juegos de mesa o se sumen en una suerte de letargo melancólico. El regreso de la electricidad no trae la paz, sino todo lo contrario, ya que las noticias televisivas ponen de manifiesto la debacle social y abren heridas dolorosas en el clan.

Estamos ante una obra que transita la rica frontera que separa el naturalismo y el artificio fílmico. Por un lado, el empleo del plano secuencia y la toma única permite capturar con gran vivacidad la cotidianidad de la familia protagonista (a la manera de lo que Alfonso Cuarón ensayó en el primer tercio de Roma). Pero, al mismo tiempo, resulta evidente que, tras el aura de espontaneidad que impera en So We Live, existe un delicado y preciso trabajo coreográfico, algo que no debería extrañar ya que el primer cortometraje de Abou Fakher, titulado Braided Love, fue apadrinado por el cineasta húngaro Béla Tarr, autor de la célebre y parsimoniosa Sátántangó.

A la postre, la clave del triunfo de la joven artista siria no reside tanto en el virtuosismo estético, sino en la lógica humanista que subyace en la forma del film. Y es que, en su permanente giro circular, el dispositivo que pone en marcha Abou Fakher se convierte tanto en un mecanismo de revelación (del drama de la vida bajo las bombas) como en el testimonio de la naturaleza soterrada de una realidad sangrante: la cámara no deja de empujar a los personajes hacia el fuera de campo, tras su efímera aparición en el plano. Así, poniendo la vida por delante de cualquier interés corrupto, So We Live destapa la tragedia humana tras el horror bélico, que suele quedar oculta bajo los grandes titulares periodísticos, las tesis basadas en guarismos siniestros y los análisis geopolíticos. Manu Yáñez

THE STRANGER | Ameer Fakher Eldin | Palestina | 2021 | 112 min.

Tras su paso por el Festival de Venecia, en la sección paralela de las Giornate degli Autori, The Stranger llega a la Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani de Catalunya. En su ópera prima, el joven cineasta Ameer Fakher Eldin se traslada a los Altos de Golán (Siria), de donde provienen sus padres, refugiados posteriormente en Ucrania. El territorio, frontera entre varios países y actualmente ocupado por Israel, ha sido habitualmente un escenario estratégico en la guerra de Siria. De hecho, aunque se trate de una ficción, Fakher Eldin plantea su pieza como una exploración del concepto de “hogar”, ya que The Stranger –cuyo título alude a la célebre obra de Albert Camus– está concebida como inicio de una trilogía de título Home.

A lo largo del film, una densa niebla (¿es natural o se trata de una polvareda resultado de la guerra?) lo recubre todo, tanto el paisaje como los personajes que se mueven por él. Pero, por encima de cualquier otra cosa, la niebla enturbia la mente de Adnan (Ashraf Barhom), un médico sin licencia y arruinado que se ha resignado a ser el borracho del pueblo, además de un fracaso como hijo, marido y padre. La única persona que sigue teniendo fe en él es Layla (Amal Kais), una mujer abnegada que le espera y cree en él. Ni siquiera el propio Adnan es capaz de encontrar esa esperanza, hasta que tiene un encuentro con el extraño del título, un soldado fugitivo y herido. Sin preocuparse por el bando al que pertenece, y por lo tanto aceptando un riesgo importante, el protagonista acoge al extranjero y comparte unos instantes de reflexión sobre el estado de un país en el que cuesta encontrar alguna sensación de hogar, apenas relegada a lo más hondo de la memoria. La película de Eldin se empapa de la apatía de Adnan, quedando impregnada por una fuerte sensación de melancolía. Inclinada hacia la pausa, la película se decanta por adoptar la perspectiva del protagonista y dejar en el trasfondo la interesante figura de Layla. Así se perfila la suerte de una película que apuesta por una cierta languidez narrativa y por la creación de imágenes sugerentes. Júlia Gaitano