A raíz de su participación en el Festival de Locarno el pasado agosto, entrevistábamos al cineasta gallego Xacio Baño, que se encontraba ahí presentando su primer largometraje, Trote, que se ha podido ver estos días en L’Alternativa. El motor del argumento es un duelo familiar en un hogar rural de Galicia, puramente anclado, como apuntaba Manu Yáñez, en un tipo de cine epidérmico, “aferrado a la fisicidad del relato”. Al morir su madre, Carme se queda sola con su padre, inmovilizada por los deberes familiares. Luis, su hermano, llega al pueblo con su pareja. El film, como los personajes, es arisco, hermético y, bajo una apariencia aséptica, tiene un punto de salvaje. El foco se mantiene, claro e preciso, sobre cada uno de los protagonistas, que quedan encerrados en sus propias mentes, impidiendo que los otros –o los mismos espectadores– puedan llegar a ellos. En Trote, entre la vulnerabilidad humana y el instinto animal (con esos caballos siempre presentes) se genera una tensión presente a lo largo de todo el relato, que llega a eclosionar en su desenlace, al llegar, finalmente, el movimiento desenfrenado que anuncia el título. Una detallista fotografía, acompañada por un tempo lento que desaparecerá en el último tramo de metraje, alumbra el paisaje y los interiores de casa tradicional gallega. Finalmente, en su conclusión, queda en el aire un rastro de humo, como el de los cohetes que se lanzan durante el film, testimonio de un acto violento que no ha llegado a tener lugar. Júlia Gaitano

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