Turbo Kid tuvo una magnífica recepción e incluso ganó un par de galardones en Sitges 2015. La película, una variación violenta y apocalíptica de aquellas obras de los 80 donde los niños eran los protagonistas de una serie de aventuras, resulta tremendamente simpática y conocedora de aquellos filmes (y época) de los que es deudora. Su gran problema es que parte y va hacia la nostalgia, sin importarle realmente todo aquello que se encuentra en el camino. Turbo Kid tiene algunas ideas donde la maquinaria se pone por fin en marcha —especialmente el personaje de la robot protagonista— pero prefiere ser un remedo a ejercer un auténtico modo de representación. En cualquier caso, el regocije es máximo y la vuelta de tuerca considerable, sobre todo si enfrentamos su ejemplo al de otras obras recientes que parten de la misma fórmula. Aquí, y no es poco, al menos se puede decir que el festín es tan violento como divertido. ER

Programación completa de la sala Phenomena