Carlota Moseguí

Palmarés completo del BAFICI.

Si bien no debería evaluarse un festival en base a su palmarés, resulta inevitable tomarse la libertad de hacerlo cuando el jurado acierta a defender la valentía de ciertas películas, independientemente de su lugar de procedencia o su perfil polémico. En ocasión, un jurado puede llegar a arriesgarse tanto (o más) que los programadores del festival, como ocurrió en la reciente edición del BAFICI. Horas antes de anunciarse los ganadores, reinaba un ambiente intranquilo en las sedes del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Las películas argentinas La Noche y La larga noche de Francisco Sanctis habían sido los films más destacados de la Competencia Internacional. Sin embargo, el jurado –formado por Graciela Borges, João Paulo Cuenca, Giulia D’agnolo Vallan, Philippe Lesage y Héctor Soto– podía exponerse a un aluvión de críticas si decidía galardonar ambas películas argentinas –recordemos que ya existe una competición argentina paralela a la internacional–. Pero, sobre todo, dicha elección podía causar controversia por la vocación heterodoxa y polémica de estos films: La Noche fue catalogada por muchos como una ‘película X’ extrema y carente de trama, mientras que La larga noche de Francisco Sanctis fue tan elogiada como censurada por cuestiones políticas que trascendían su argumento (los directores de la película condenaron, durante el festival, unas declaraciones de Darío Lopérfido sobre el número de desaparecidos de la dictadura). Sorprendentemente, los miembros del jurado hicieron justicia al considerar La larga noche de Francisco Sanctis como la mejor película del festival y al otorgar el Gran Premio del Jurado al La noche.

Sin duda, el BAFICI de 2016 será recordado por estas polémicas óperas primas. Sin embargo, es necesario reivindicar las otras grandes obras que se presentaron en la capital Argentina. Películas como la portuguesa John From (Mención Especial), la peruana Rosa Chumbe (Mejor Actriz y Segunda Mención Especial), el documental austríaco Paradise! Paradise!, la estadounidense Creative Control, o la sensación brasileña del anterior Festival de Locarno, O Espelho, fueron las que marcaron el excelente nivel de la sección oficial. En especial, el impactante retrato de la jungla limeña que propone la flamante Mejor Película Peruana del Festival de Lima, Rosa Chumbe. Bajo la apariencia de un catastrófico melodrama sobre la vida callejera, el debut de Jonatan Relayze Chiang esconde una fábula mágica cuyo desenlace dejó helado al público porteño. Fantasía e hiperrealismo se dan la mano en este claustrofóbico tour de force, ideado para el lucimiento de la fabulosa actriz de teatro Liliana Trujillo.

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“Girl Asleep” de Rosemarie Myers.

En el territorio del realismo mágico también descubrimos el siniestro coming of age de la australiana Rosemary Myers, titulado Girl Asleep. Este homenaje de Moonrise Kingdom –el espectador cinéfilo reconocerá coreografías y disfraces idénticos a aquellos que visten los jóvenes protagonistas del penúltimo largometraje de Wes Anderson– asombra por su impecable y calculada puesta en escena, bañada en una estética sesentera de videoclip inagotable. Las dudas surgen cuando la directora se aventura en la mezcla géneros sin demasiado éxito. Así, la historia atrayente de una adolescente tímida que celebra una fiesta de cumpleaños para caer bien a sus compañeros de clase se convierte en una película de terror Disney poco creíble. Puede que Girl Asleep fuera demasiado irregular para formar parte de la sección oficial, pero la destreza de Myers para homenajear a Anderson sin plagiarlo –como suele ocurrir entre sus imitadores– la sitúa en un lugar de privilegio en el seno del indie. Como dato curioso, la película ganadora del Premio del Público, Le Noveau (El novato), tenía un argumento muy similar. La comedia del francés Rudi Rosenberg relata el proceso de adaptación de un chico nuevo en el instituto que, como la protagonista de Girl Asleep, celebrará una fiesta fallida para socializar. En este sentido, resultó llamativo que dos largometrajes con la misma trama compitieran en la Competencia Internacional.

Por otro lado, fuera de la Competencia Internacional, resulta llamativo que la única competición que mantuvo un nivel riguroso fue la de Género y Vanguardia. En este espacio, premieres mundiales insólitas –como una suerte de versión argentina de Videofilia (y otros síndromes virales) titulada Disco Limbo– competían junto a una recopilación del mejor cine experimental de 2015 y 2016: Le Moulin, Malgré la nuit, Neon Bull, Homo Sapiens, Bone Tomahawk, Esa sensación o Demon, entre otras. Por su parte, en la sección de películas argentinas sólo destacaron el penúltimo film de Raúl Perrone, Hierba, la ganadora de Bright Future en Róterdam, Las lindas, el documental ganador del Premio del Público a la Película Argentina, Raídos, o la comedia hipster, Finding Sofia.

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“La última navidad de Julius” de Edmundo Bejerano.

Algo similar (aunque menos grave) se repitió en la Competencia Latinoamericana, cuya selección estaba compuesta por premieres mundiales e internacionales de films de Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, México, Chile y Argentina. Curiosamente, los films más completos de esta nueva sección fueron dos óperas primas: la peruana [Wik:] sobre la hastiada juventud limeña y el documental argentino Las calles (Mejor Dirección). No obstante, las propuestas que sugirieron un mayor riesgo y potencial fueron la argentina Romántico italiano y la boliviana La última navidad de Julius (Mención Especial y Premio FIPRESCI). La primera, el falso falso-documental de Adriano Salgado, es una suerte de remake de la última parte de El espejo de Jafar Panahi. Pero, a diferencia del original, el conejillo de indias de Romántico italiano no es una niña iraní que debe volver sola a casa, sino la actriz Camila Toker paseándose por el Festival de Mar del Plata sin darse cuenta que se ha dejado el micrófono abierto tras finalizar su entrevista. El film propone un cuestionamiento de nuestra naturaleza voyeur, así como la exhibición de la versión más decadente de Mar del Plata, cual destino para robar dinero a los turistas.

Asimismo, la gran estrella de la Competencia Latinoamericana fue La última navidad de Julius. Tras Atolondrado y Los lemmings contraatacan, Edmundo Bejerano escogió al singular Julio Barriga para protagonizar la tercera parte de su trilogía sobre poetas, que se distancia considerablemente de sus films precedentes. Si en los dos primeros Bejarano acompañaba a Washington Cucurto y Fabián Casas en un viaje que tenía como meta el reconocimiento del talento de éstos, en esta ocasión el sujeto de estudio y admiración del boliviano no emprende ninguna odisea fuera de su madriguera o alrededores, dado que el día a día de ‘Julius’, o el ‘Iggy Pop de Tarija’, ya es en sí una odisea. Bejerano convierte las divertidas y conmovedoras acciones de Julius –hacer flexiones en un parque infantil o escribir cartas de amor a su musa Amy Winehouse– en una epopeya sin pretensiones heroicas. La última navidad de Julius es una apología honesta del malditismo. Un excelente documental sobre las pautas de comportamiento del poeta-outsider.

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“Ghost Ship” de Koldo Almandoz.

Para terminar, cabe resaltar el número y calidad de películas españolas repartidas en todo el BAFICI. Además de los films seleccionados en la Competencia Internacional –Oleg y las raras artes (fuera de competición) y Verengo–, se exhibieron casi una veintena de films de España. Entre ellos, destacó el excelente video-ensayo sobre el vampirismo y la iconografía del fantasma realizado por Koldo Almandoz. Descubierta en el pasado Festival de Rotterdam, Ghost Ship mezcla textos de Oscar Wilde y extractos de películas de Murnau con inquietantes imágenes a bordo de un crucero, rodadas con un proceder tan extravagante que recuerda al Godard de Film Socialisme. Por otro lado, en la sección Lugares, tuvo lugar el estreno mundial de la nueva película de Teresa Marcos. En modo silencio nos lleva hasta un confín fantasmagórico de una Asturias cuyas minas han sido injustamente cerradas, sumiendo a su población en un estado de alienación. En ese escenario post-apocalíptico –que la directora resuelve con un tenebroso blanco y negro, como ya propuso Carlos Balbuena en Cenizas– malvive un alcohólico ludópata que ha olvidado los ideales por los que tanto pelearon sus antepasados mineros. La trama, hilvanada a partir de llamadas telefónicas –impidiendo cualquier diálogo entre los personajes que comparten plano en todas las escenas–, desemboca en una macabra tragedia griega en la que el protagonista deberá pagar por su vida de excesos.