Página web del D’A – Festival Internacional de Cinema D’Autor de Barcelona (21 de abril – 1 de mayo).

MATE-ME POR FAVOR. Anita Rocha da Silveira. 101 minutos. Brasil/Argentina (2015). Con Valentina Herszage, Dora Freind, Mariana Oliveira. Sección Talents.

Una película bastante inusual para el cine brasileño –y para el latinoamericano también–, esta coproducción entre ese país y Argentina podría pasar tranquilamente por un film de suspense psicológico indie. La película de Rocha da Silveira transcurre en Barra de Tijuca, una zona acomodada en las afueras de Río de Janeiro, plagada de grandes centros comerciales y enormes condominios de departamentos, pero también con muchos descampados y zonas en construcción. En una de esas zonas se comete un asesinato. Una chica vuelve de una fiesta a su departamento atravesando uno de esos descampados sola, por la noche, y una figura que no vemos la asesina. El film luego se centrará en un grupo de compañeras de una escuela secundaria de la zona –con muchas similitudes a un high school de alguna ciudad norteamericana– y en cómo cada una reacciona ante la noticia, que las enfrenta a sus propios miedos, ligados a una etapa de descubrimiento de la sexualidad y de los primeros romances.

Con algo del cine de Sofía Coppola, pero en un tono más onírico todavía, la película no se mete ni en la investigación de los asesinatos ni apuesta a transformarse en un relato clásico de terror en torno al combo “adolescentes + sexo + religión”. Por el contrario, la religión está tratada con bastante sorna, el sexo con mucha naturalidad y la directora prefiere acercarse a sus protagonistas como si fuera una más de ellas. La película tiene algún que otro toque lynchiano que le da una característica de pesadilla diurna que por momentos funciona muy bien y en otros no tanto. Un montaje brusco y original, y el uso de canciones a la manera de un Donnie Darko carioca suman a ese enrarecimiento de la propuesta. Más allá de una duración un poco excesiva, la película tiene un último y largo plano muy original que, si bien no resignifica todo lo visto hasta entonces, le agrega un eje de lectura inesperado, dándole un giro a su mirada crítica de esa subcultura de adolescentes ombliguistas que parecen no prestar atención al mundo real que las rodea y acecha. O acaso, a su manera, sí lo estén haciendo… Diego Lerer

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EL RASTREADOR DE ESTATUAS. Jerónimo Rodríguez. 71 minutos. Chile (2015). Sección Talents.

En el último lustro, el cine chileno ha alcanzado en su conjunto un profesionalismo y una madurez envidiables, incluso entre aquellas óperas primas concebidas de manera más bien artesanal. Ya no se ven films de corte amateur, aunque también es cierto que esa mejora en el acabado final muchas veces esconde problemas de otra índole: guiones no demasiado inspirados, poco riesgo narrativo, una marcada tendencia a la solemnidad… El rastreador de estatuas, de Jerónimo Rodríguez, escapa a todas esas tendencias gracias a su rigor, emotividad, riesgo y espíritu lúdico. Estamos ante uno de esos largometrajes que dividen al público: en el pasado Festival de Valdivia (en Chile), algunos lo amaron y muchos otros lo odiaron. Con algo del cine de Mariano Llinás y Matías Piñeiro (Rodríguez, radicado en Nueva York, es coproductor de varios trabajos del director de La princesa de Francia), el film parte de un recuerdo personal ligado a la relación del realizador con su padre y luego se convierte en un viaje dentro y fuera de Santiago en busca del busto de un neurólogo portugués. Esa excusa absurda sirve como eje y disparador para una película que apuesta a la deriva, que alcanza momentos muy graciosos relacionados con el fútbol y otros emotivos, ligados a la ausencia y al exilio, sin jamás cargar las tintas ni caer en el golpe bajo. Una película muy pensada (con una falsa historia detectivesca) que nunca pierde su libertad creativa. Para mi gusto, lo mejor visto este año en el FICValdivia. Diego Batlle

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600 MILLAS. Gabriel Ripstein. 85 minutos. México-Estados Unidos (2015). Con Tim Roth, Kristyan Ferrer, Aurora Herrington-Auerbach. Sección Talents fuera de competición.

Ganadora del premio a la Mejor Opera Prima del Festival de Berlín, esta apuesta del hijo de Arturo Ripstein es valiosa por lo que es (un tenso thriller psicológico), pero también por lo que no es (tenía todo para ser la nueva Heli y evita caer en el sensacionalismo y la explotación). Puede que algunas situaciones resulten un poco forzadas y hasta un poco inverosímiles, pero en líneas generales la puesta en escena, las actuaciones y la descripción del contexto funcionan razonablemente. El protagonista es Arnulfo (Krystian Ferrer), un joven mexicano que se sumerge en el submundo del tráfico de armas desde los Estados Unidos hacia su país, con la ayuda de un muchacho norteamericano –que concreta las compras con pasmosa facilidad– y al servicio de uno de los tantos tentáculos de la mafia. Cuando parecía que la historia –inspirada en hechos ligados con el célebre operativo Rápido y Furioso– podía derivar hacia la denuncia horrorizada, la segunda parte se concentra sobre todo en la contradictoria relación que se establece entre Arnulfo y Hank Harris (Tim Roth), un agente de la ATF que investiga las operaciones con armas. Construida en su mayor parte con largos planos secuencia con cámara en mano, 600 millas es un film de indudable solidez y pericia, con potentes elementos documentales y una bienvenida sequedad. No es ninguna maravilla, pero sí una impecable carta de presentación para un Ripstein Jr. que ya tiene vuelo propio, lejos del estilo mucho más ampuloso y barroco de su famoso padre. Diego Batlle

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MI AMIGA DEL PARQUE. Ana Katz. 84 minutos. Argentina/Uruguay (2015). Con Julieta Zylberberg, Ana Katz, Maricel Álvarez, Mirella Pascual, Daniel Hendler. Sección Transicions.

Liz (Julieta Zylberberg) es una madre primeriza. Su propia mamá ha muerto hace un año, y ella se encuentra ante esa nueva situación, desconocida, a solas, porque para colmo su marido Gustavo (Daniel Hendler) se ha ido en un largo viaje de trabajo al sur. La protagonista está desorientada, abrumada por un mundo nuevo que se le abre y en el que no sabe muy bien cómo actuar. Para colmo, no tiene leche para amamantar a su bebé Nicanor, con el cual vive –como toda madre reciente– una relación simbiótica amorosa y mutuamente dependiente. En el parque donde pasea con Nicanor conoce a Rosa (Ana Katz), quien también lleva a una bebé, hija de su hermana Renata (Maricel Álvarez), aunque Rosa parece ser la verdadera madre de Clarisa.

Ana Katz vuelve a desplegar su inteligencia para desarrollar un tema femenino, sin declamaciones de género. Como en Una novia errante, se interna en el universo de la mujer desde un lugar poco habitual: la maternidad como una aventura, la entrada a un mundo desconocido y lleno de sorpresas. El film está presentado desde el punto de vista de Liz, sin subrayados, sin psicologismos. Todo son indicios, sutilezas del proceso de apertura que está viviendo. Apertura a su bebé y a otras formas alternativas de constituirse como madre. Así, Mi amiga del parque toma un hecho conocido por todas las madres, pero a partir de allí se permite todas las libertades para imaginar actitudes, alternativas, opciones fuera de la convención o de lo que se espera de la nueva madre, de la maternidad compartida y de la solidaridad entre las madres. Josefina Sartora

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DESDE ALLÁ. Lorenzo Vigas. 93 minutos. Venezuela-México (2015). Con Alfredo Castro, Luis Silva, Jericó Montilla. Sección Talents fuera de competición.

El jurado de la última Mostra de Venecia decidió otorgar el León de Oro a esta opera prima del venezolano Lorenzo Vigas, cuyo mayor mérito consiste en jugar disciplinadamente las cartas de un cierto cine social latinoamericano que ha hecho del distanciamiento, la crueldad i el tremendismo sus principales señas de identidad. Basada en una historia de Guillermo Arriaga –guionista de las primeras películas de Alejandro G. Iñárritu–, Desde allá no esconde sus filiaciones: uno de sus productores es Michel Franco, director de la flageladora Después de Lucía, y su protagonista es Alfredo Castro, principal emisario de la fustigadora obra del chileno Pablo Larraín.

Afectando un distanciamiento hanekiano, Desde allá aspira a conquistar una verdad de raigambre realista a través de sus tiempos muertos, sus planos generales y sus pasajes callejeros. Sin embargo, previsible hasta la médula, la película es un ejercicio de puro constreñimiento formal y narrativo. El film relata la improbable relación que entablan un chico de origen humilde y un hombre de mediana edad que se excita desnudando a jovencitos a cambio de dinero y que trabaja puliendo dentaduras postizas (una obvia metáfora sobre la naturaleza simulada, ficticia, del aparente orden social). La película –una radiografía de una sociedad clasista y cargada de prejuicios– se divierte zarandeando al espectador con calculadas dosis de esperanza y fatalismo. Algunos golpes van directos al estómago del espectador, fruto de la violencia que recubre la epidermis del relato. Otros llegan a traición, cuando Vigas decide hacer añicos los espejismos de ternura con los que comercia la película. Manu Yáñez

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NEON BULL (BOI NEON). Gabriel Mascaro. 101 minutos. Brasil/Uruguay/Holanda (2015). Con Juliano Cazarré, Maeve Jinkings, Josinaldo Alves. Sección Transicions.

Una de las grandes sorpresas del pasado Festival de Venecia llegó de la mano del brasileño Gabriel Mascaro. Galardonado en 2014 con una Mención Especial del Jurado de Locarno por Ventos de Agosto, Mascaro presentó otra de sus magníficas docuficciones en la sección Orizzonti. Siguiendo un estilo muy próximo al cine de Roberto Minervini, Neon Bull (Boi neon) describe la monótona cotidianidad de un hombre, Iremar (Julianno Cazarré), que se dedica al cuidado de bueyes. El protagonista había dejado atrás su sueño de convertirse en diseñador de alta costura, pero con la revalorización de la profesión textil se armará de valor para retomar su ambición adolescente.

Neon Bull nos lleva hasta la zona más desértica del norte de Brasil, sin embargo, el lugar no está filmado con la paleta de colores que suele predominar en los paisajes áridos. Diego García –director de la maravillosa fotografía del último film de Apichatpong Weerasethakul, Cemetery of Splendour– es el responsable de esta mirada brillante y multicolorista de las arenas brasileñas y los neones que impactan sobre los cuerpos de bueyes y hombres durante la noche. Esta fotografía e iluminación (nunca vistas en la filmografía anterior de Mascaro) no es una simple ornamentación exótica, pues, como ha señalado el propio autor, la aparición de esos nuevos colores en el desierto simboliza la esperanza y la ilusión que invade a los habitantes de esa región tras el boom de la economía textil. Carlota Moseguí