En el prólogo de su ensayo Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes apuntaba la razón que le había empujado a escribir un tratado sobre la experiencia romántica: “hoy en día, el discurso amoroso es un hecho de una soledad extrema. Es posible que lo estén utilizando miles de individuos (¿quién puede saberlo?), pero no lo defiende nadie; se encuentra completamente abandonado por los lenguajes que lo rodean, o ignorado y menospreciado, o bien es objeto de burla”. Parece oportuno poner en relación las palabras de Barthes con el tiempo presente, una época saturada por los emoticonos con forma de corazón, una época en que las películas de Philippe Garrel son acusadas una y otra vez de pecar de un exceso de ingenuidad. Por contra, también vivimos en el tiempo de las películas de Hong Sang-soo, con su perpetuo devaneo por los pliegues y repliegues del discurso romántico, un espacio creativo en el que ahora se adentra la directora francesa más importante de nuestro tiempo, Claire Denis, que, después de recibir el encargo del productor Olivier Delbosc de “adaptar” un episodio del ensayo de Barthes, se reunió con la guionista Christine Angot para volcar en la deliciosa Un sol interior un torrente de experiencias románticas personales: un conglomerado de romances descoyuntados que abocan a una deslumbrante Juliette Binoche a un estado de volatilidad emocional permanente. Manu Yáñez

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