Manu Yáñez

Entre los proyectos seleccionados en la más reciente convocatoria de Ikusmira Berriak –el programa de residencias que organiza Tabakalera, el Festival de San Sebastián y la Elias Querejeta Zine Eskola–, llama la atención la propuesta de Ulysses, film del japonés Hikaru Uwagawa que propone una traslación al ámbito cinematográfico del Ulises de James Joyce. Nacido en Hiroshima en 1996, Uwagawa cursó el Posgrado de Creación en la Elías Querejeta Zine Eskola en 2021, tras estudiar un Máster de Dirección y Producción en Cine Digital en la madrileña EFTI. Semanas antes de iniciar la residencia en Ikusmira Berriak, conversamos con Uwagawa sobre su singular proyecto cinematográfico.

Me gustaría preguntarte por tu itinerario por diferentes centros educativos en España.

Estaba estudiando cine en Madrid, en la escuela EFTI (Centro Internacional de Fotografía y Cine), y allí conocí al cineasta Jonás Trueba. Como alumno suyo, llegamos a establecer una relación de amistad. Al terminar el curso, mi idea era volver a Japón, pero Jonás me habló de la Elías Querejeta Zine Eskola. Me informé del proyecto educativo que proponía la EQZE, me pareció interesante y solicité el ingreso.

El proyecto Ulysses, que te ha llevado a ser seleccionado en Ikusmira Berriak, ¿surgió durante tu paso por la EQZE?

No, Ulysses empezó a tomar forma durante mi estadía en Madrid. De hecho, creo que fue eso lo que llevó a Jonás a recomendarme la posibilidad de ir a la EQZE. Le pareció que podía ser un buen lugar para seguir desarrollando el proyecto. Para el acceso a la EQZE, creo que es más importante el proyecto que presentas que la idea de un currículum o un portafolio más tradicional.

Por lo que he leído, Ulysses tiene una vertiente narrativa, pero sobre todo una propuesta conceptual fuerte. ¿Cómo impactó a tu proyecto el paso por la EQZE?

Diría que la EQZE abrió mi idea respecto a lo que significa hacer cine. En este sentido, me impactó mucho la primera clase que nos dio Carlos (Muguiro, director académico de la EQZE) a los alumnos del postgrado de Creación, en la que se presentaba la figura del cineasta-jardinero, vinculada al concepto del Avant-Garden. La idea surge de la relación potencial entre la creación de una película y el cuidado de un jardín.

Me haces pensar en un artículo, publicado en el número de Enero-Febrero de 2012 en Film Comment, en el que Kent Jones recuperaba una teoría de Brian Eno sobre los artistas-arquitectos y los artistas-jardineros. Estos últimos tendrían la capacidad de adaptarse a los tiempos y al componente de azar que impone la naturaleza.

Hay algo de eso en la propuesta de Carlos. Más allá de los detalles, la idea del Avant-Garden abrió en mi mente un amplio espectro de posibilidades respecto a lo que podía ser la praxis fílmica.

¿Esa apertura de miras ha influido en tu proyecto Ulysses?

Ulysses es una película de varios episodios. Llegué a la EQZE habiendo rodado el primer episodio en Madrid. Ya en Donosti, dediqué un tiempo a cerrar el montaje de ese primer episodio y luego quise filmar allí el segundo. La creación del primer episodio, inevitablemente, había generado una serie de ideas y patrones; por ejemplo, el trabajo con no-actores y el acercamiento a una cierta idea de lo documental. Se trataba de la deconstrucción de una escena cotidiana compartida por dos personas reales. Disfruté haciéndolo, pero la cerrazón en torno al dispositivo que había creado me generaba un cierto sufrimiento. Sentía que debía encontrar a personas similares a las que había filmado. En ese sentido, desde la EQZE me ayudaron a recuperar mi deseo inicial de explorar diferentes formas de hacer cine a través de la estructura por capítulos. Al final, en el episodio dos, hice todo lo contrario que en el primero: filmé con dos actores y de un modo más ficcional. Pero al mismo tiempo trabajamos con el azar porque tenía escrita una única escena, que es la que empezamos filmado con los actores y con compañeros de la escuela como el equipo técnico. A partir de ahí, no sabía hacia dónde podía ir el capítulo. Esto me generaba un poco de ansiedad, pero sentía que debía trabajar de esa manera, sin un itinerario cerrado. De hecho, al día siguiente del primer rodaje, nos reunimos todo el equipo para decidir hacia dónde tirar. Rodamos de esa manera durante once días, como en un work in progress.

Me parece muy atrevido e interesante este trabajo con la variación de metodologías. ¿Cómo te estás relacionando con las ideas o conceptos que vertebran el proyecto?

No me resulta fácil explicar la idea general del proyecto. Al principio, usaba la palabra “adaptación” para referirme a mi abordaje al Ulises de James Joyce. Ahora estoy utilizando el concepto de “parodia”, aunque tampoco estoy del todo cómodo con esta palabra. En mi Ulysses, cada episodio se corresponde con un capítulo de La odisea de Homero. El primer episodio se titula Penélope y Telémaco, que es por dónde empieza el relato mitológico, aunque yo lo traslado a la experiencia de una madre soltera y un niño de ocho años, que son rusos y han emigrado a Madrid. El niño no conoce a su padre y eso lo superpongo a las figuras de Penélope y Telémaco.

Y, si todo fuese bien, ¿cuántos capítulos podría tener la película?

Es difícil de saber a estas alturas. Este juego, que toma la mitología como inspiración lejana, está tomado del Ulises de Joyce, que es una obra que, a medida que avanza, se va abriendo más y más. Con mi proyecto quiero invocar esa forma de ir abriendo la obra a medida que avanza. Esa es mi ambición, y para hacerla realidad no sé todavía cuántos episodios voy a necesitar. Solo sé que no serán pocos (ríe).

¿Qué duración tienen los episodios que has filmado?

El primer episodio dura 16 minutos y el segundo, que se llama Isla de Calipso y se sitúa antes del inicio del viaje de Ulises, dura unos 30 minutos.

Esta idea joyceana de la fragmentación y el cambio de registro me lleva a pensar en películas del siglo XXI que operan como obras-compendio y que, cada una a su manera, generan un mapa del cine contemporáneo. Pienso en Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives de Apichatpong Weerasethakul, y sobre todo en Holy Motors de Leos Carax.

Por mi parte, no aspiro a cartografiar el cine. De hecho, no tengo una sensación clara del lugar que ocupo en el cine contemporáneo. El trabajo con la idea de las variaciones la he tomado más de la literatura que del cine.

¿Pero has trabajado con algún referente fílmico en mente?

Hay películas que me han servido de inspiración para los diferentes episodios, pero no hay una película que haya inspirado la estructura global. Para el segundo episodio, tomé como inspiración H/Story de Nobuhiro Suwa.

¡Qué coincidencia! La semana pasada les mostré una escena de H/Story a mis alumnos del Máster Universitario en Estudios de Cine y Culturas Visuales de ESCAC. La escena en la que Béatrice Dalle e Hiroaki Umano caminan por el pasillo y ella “colapsa” porque no recuerda las líneas del guion de la película. ¿Cómo conecta Ulysses con H/Story?

Primero, conectan a nivel temático, porque quería contar la historia de un hombre que llega a una tierra que no es la suya y allí inicia una relación con una mujer.

¿Y tiene algún peso el hecho de que tú nacieras en Hiroshima?

No tanto. Nací en Hiroshima, pero solo viví allí hasta los cinco años.

Y para el primer episodio, ¿tenías algún referente en mente?

Mientras rodaba el primer episodio de Ulysses, Jonás Trueba estaba mostrando algunos fragmentos de su proyecto Quién lo impide. Eso fue una influencia.

Imagen vinculada al proyecto de “Ulysses”.

Los dos capítulos que has filmado abordan la experiencia de personas extranjeras en España. ¿La película seguirá explorando esa situación o tienes intención de llevar la acción a Japón?

Me interesa romper cuanto antes con algunas ideas que pueden surgir en torno al proyecto. Creo que se puede pensar que Japón es la Ítaca de mi Ulysses, pero no es esa mi idea. La hipótesis con la que estoy trabajando es que Ítaca ya no existe. Y como quiero romper cuanto antes con ese posible vínculo entre Japón e Ítaca, estoy trabajando en un episodio que transcurriría en Japón y en el que perviviría la idea del extranjero.

Charlando hace unas semanas con Rafa Alberola, coordinador de ECAM Industria, comentábamos que, hoy en día, los procesos de los cineastas tienden a extenderse bastante en el tiempo, algo que se ha visto acentuado por la proliferación de laboratorios de ayuda a la creación. ¿Cómo vives esta realidad?

Creo que lo que estoy viviendo puede ser diferente a la experiencia de otras personas que han pasado por numerosos laboratorios y residencias. En mi caso, estoy rodando mi película durante todo este proceso. Empecé a filmar el episodio uno de Ulysses en el 2020 y lo terminé en 2021, y rodé el segundo episodio en 2022. Creo que estoy trabajando de esta manera porque no podría soportar la angustia de postergar mucho la filmación de mis ideas.

¿Y has tenido la tentación de estrenar algunas de las partes de Ulysses como un cortometraje? Recuerdo que Mariano Llinás estrenó las dos primeras partes de La flor en una edición del Festival de Mar del Plata y después estrenó la película entera al año siguiente en el Festival de Locarno.

Mi idea es hacer eso también. Creo que puede ser sano mostrar una parte para poder seguir. Ha de ser muy difícil guardar en un cajón durante años lo que estás filmando.

Hay algunos casos extremos, como lo que hizo Richard Linklater en Boyhood, que filmó durante años una ficción con un chico, desde que tenía 6 años hasta que cumplió 18.

En mi caso, todavía no he presentado nada. En la Elías Querejeta Zine Eskola, te ofrecen la posibilidad de enviar un corto que puede ser seleccionado en Nest del Festival de San Sebastián, una sección reservada para cortos de escuelas de cine. Apliqué con el episodio uno de Ulysses, pero no fue seleccionado… quizá por suerte, ya veremos.

Para terminar, me gustaría preguntarte por tu expectativa ante la participación en la residencia de Ikusmira Berriak.

A priori, lo que más me interesa es conocer a los otros residentes, para ver cómo hacen sus películas.

No se habla demasiado del factor de comunidad que se genera en las escuelas y en los laboratorios y residencias. Quizá es un problema de los críticos, que tendemos a poner el foco en la personalidad individual de los cineastas.

Sí, la creación de una comunidad de creadores es muy importante. Para mí, fue muy inspirador conocer en la EQZE a compañeros que tenían formas muy diferentes de amar el cine. Por ejemplo, conocer a una persona que solo filma con su Handycam, de forma insistente, obstinada, defendiendo la idea de lo amateur. Recuerdo que él me dijo que quería ser un cineasta amateur hasta la muerte. Suena muy loco, pero esa relación con el cine me pareció bellísima, muy inspiradora.

¿Podría decirme el nombre de esa persona?

Sí, claro, es Joan Pàmies Lluís.

¡Oh, que alegría saberlo! Le tuve como alumno en ESCAC. Fue un alumno magnífico… ¿Y quién tutorizó tu labor en la EQZE?

Fue Matías Piñeiro (director de films como Viola, La princesa de Francia o Hermia & Helena).