¿Puede el cine encarnar al mismo tiempo una cierta fatalidad y un horizonte de esperanza? La obra del israelí Avi Mograbi, gran invitado (junto a Ahmad Natche) de la próxima edición del Encuentro de Creadores 3XDOC, demuestra que es posible. En una escena de Avenge But One of My Two Eyes (2005), el film-ensayo se torna, a los ojos de nuestro pasado reciente, en profeta de la tragedia y la ignominia cuando un judío, preso de su integrismo, proclama a cámara: “¡Sansón acabó con los filisteos de Gaza con la quijada de un burro! ¡Deberíamos seguir su ejemplo!”. Sin embargo, en la misma película, en uno de los diálogos telefónicos que mantiene con un amigo palestino, Mograbi reivindica, pudorosa y locuazmente, la crucial importancia del deseo de vivir frente al culto a la muerte que impera en el conflicto árabe-israelí.

En Z32 (2008), una de sus mejores películas, Mograbi se aproxima a la figura de un joven exsoldado del ejército de Israel que vive marcado por el recuerdo traumático de su participación en una “operación de venganza” en la que fueron asesinados dos policías palestinos. De la mecánica del filme, cabe destacar el modo en que Mograbi decide respetar el anonimato del antiguo militar ocultando su rostro tras varias máscaras introducidas digitalmente en la posproducción, que a pesar de “neutralizar” las facciones del protagonista mantienen intactos los ojos y la boca, respetando así la noción de identidad que podemos asociar a las imágenes. Al mismo tiempo, y como es habitual en el cine del israelí, el ejercicio autorreflexivo del filme se desencadena a través de los testimonios del propio director. Encerrado en su casa, Mogravi aborda, mediante una serie de “momentos musicales” (canciones que canta junto a su hijo y una pequeña orquesta situada en su comedor), las dudas que le asaltan durante el proceso de realización de la película.

Como ha apuntado el crítico argentino Quintín, una de las mayores virtudes del cine de Mograbi es su capacidad para cuestionarse a sí mismo, esquivando los poderosos absolutismos de Claude Lanzmann, la ramplona demagogia de Michael Moore y la soberbia de los mandatarios y fanáticos que han provocado el enquistamiento del conflicto palestino-israelí. Como defendía el crítico norteamericano Paul Arthur en sus seminales Cuestiones sobre el ensayo fílmico (publicado en Film Comment), la “voluntad de verse a sí mismo como parte del problema” es un gesto propio de las obras más ejemplares del documental ensayístico. En este sentido, Z32 documenta el pulso que se establece entre la obstinación del director por registrar el presente y la fragilidad de la propia empresa fílmica, un work in progress sembrado de incógnitas, una fábula moral al borde de la crisis.

Así, desde un delicado equilibrio tragicómico, Mograbi se empeña en retratar lo que Jean-Louis Comolli ha definido como “ese otro que se puede y no se puede a la vez odiar y filmar”: el Ariel Sharon de How I Learned to Overcome My Fear and Love Arik Sharon (1997), el pequeño soldado de Z32 e incluso el propio cineasta. Capaz de sobrellevar la vigilancia permanente de su propio sentido del rigor moral, el cine de Avi Mograbi ha hecho de su sola existencia toda una prueba de vida.

Proyecciones de Z32 en el 3XDOC / Encuentro de creadores (Cine Doré, Madrid).