María Adell Carmona (Berlín)
A Different Man –presentada en la Sección Oficial a competición de la Berlinale 2024– está protagonizada por un hombre que, en realidad, son dos: Edward y Guy, interpretados ambos por un excelente Sebastian Stan, el Soldado de Invierno de la factoría Marvel. El Edward del inicio del film es un hombre deprimido a causa de una enfermedad genética que ha desfigurado completamente su rostro, pero que, gracias a un tratamiento médico experimental, transforma radicalmente su apariencia, convirtiéndose en una persona de físico normativo e incluso atractivo. A partir de ese momento, Edward decide enterrar su verdadera identidad, sustituyéndola por la del exitoso y mujeriego Guy. A Different Man es, como su propio protagonista, un film dividido en dos. La primera mitad, cuya estética evoca el realismo sucio del cine neoyorquino de los setenta, aparece vinculada a una cierta imaginería fantástica, en cuanto que Schimberg utiliza efectos especiales analógicos, conscientemente anacrónicos, para los planos que muestran el rostro de Edward o su dolorosa y cronenbergiana metamorfosis.
El segundo tramo de la película, por el contrario, estaría más cerca del Woody Allen más neurótico y misántropo, aunque pasado por el filtro de las alambicadas estructuras metanarrativas de Charlie Kaufman. En esta segunda parte, Schimberg propone, de nuevo, una doble identidad como eje narrativo. Por un lado, tenemos a Guy/Edward y, por otro, a su reflejo, Oswald (Adam Pearson, una de las víctimas de Scarlett Johansson en Under the Skin), un carismático actor que sufre de neurofibromatosis y que debe encarnar a Edward en una obra de teatro que una joven dramaturga (Renate Reinsve) ha escrito inspirándose en su vida. Schimberg propone un personaje protagonista, Guy/Edward, que asiste impasible al proceso por el cual su döppelganger, el exitoso y seductor Oswald, le usurpa su vida y, con ello, su identidad.
A Different Man abraza el humor autohiriente (self-deprecating) de la comedia judía y subvierte la estrategia alleniana de la comparación desfavorable con “el otro”, un rival al que dio vida Alan Alda en films como Delitos y faltas o Misterioso asesinato en Manhattan. En la película de Schimberg, es Guy, epítome de una masculinidad triunfante y atractiva, quien envidia a Oswald, el hombre desfigurado, dando lugar a una excéntrica reflexión sobre lo que significa ser “normal”. En esta obra incómoda, que en ocasiones adquiere el tono viscoso de una pesadilla kaufmaniana, las neurosis y ansiedades de los personajes allenianos desembocan en el delirio más absoluto y en una explosión de violencia psicótica. No hay aquí un angst que pueda tratarse con terapia, sino el resquebrajamiento total de una masculinidad en proceso de disolución, un tema que permite conectar A Different Man con Dream Scenario y Beau tiene miedo, otros dos títulos producidos por A24.
En una escena del inicio de Between the Temples, Benny (Jason Schwartzmann, en un papel construido a su medida) es incapaz de hacer aquello a lo que ha dedicado toda su vida: cantar. Benny trabaja como cantor en una sinagoga, pero el reciente fallecimiento de su esposa le ha dejado sin voz y a la deriva. Las escenas siguientes constituyen una demostración de la pendiente existencial por la que se desliza el personaje: se tumba delante de un camión implorando al camionero que le atropelle y se mete en una pelea en un bar que le dejará con un ojo morado. El director, Nathan Silver, un veterano del cine indie, rentabiliza al máximo la fisionomía y austeridad gestual de Schwartzmann, que en sus habituales colaboraciones con Wes Anderson ya ha demostrado su capacidad natural para expresar un estado de melancólico desconcierto sin prácticamente mover una ceja.
Between the Temples es, como lo era Shiva Baby, una comedia que dialoga con la tradición del humor judío y su tendencia a utilizar la risa como un espejo deformante de las neurosis del presente y los traumas del pasado. Como en Seinfeld, El show de Larry David, las comedias de Woody Allen o las películas de Mel Brooks –Los productores es citada en un cómico diálogo de A Different Man–, Between the Temples se ríe del Holocausto, los rabinos, el bar mitzvah o la comida kosher. El nervioso trabajo de cámara de Sean Price Williams, cineasta y colaborador habitual de Alex Ross Perry y los hermanos Safdie, imprime a la película un tono desquiciado, volátil como la mente y los sentimientos del protagonista. La estética voluntariamente austera, así como el trabajo de Silver con la improvisación actoral, otorga a la obra una cualidad inacabada: parece estar construyéndose ante nuestros ojos conforme avanza. Con esta libertad de movimiento, Schwartzman elabora un personaje hilarante, pero también mutable e ilegible, que parece transformarse de escena a escena, e incluso de plano a plano. De ahí la sorpresa que depara una desternillante secuencia ambientada en la cena familiar previa al bar mitzvah de Carla (Carol Kane, inolvidable por su papel en serie Unbreakable Kimmy Schmidt), la nueva estudiante de Benny, quien había sido su profesora de música cuando él era solo un niño. Schwartzmann y Kane encarnan a dos personajes fuera de la norma, encajados perfectamente en la imagen estelar de ambos actores y en su peculiar idiosincrasia interpretativa.
Between the Temples es, de nuevo, un filme sobre una masculinidad en crisis en la que el protagonista, Benny, al contrario que el Edward de A Different Man, abraza, de la mano de su relación con Carla, la excentricidad y la alteridad propias, decidiendo salirse de la norma para forjarse una nueva identidad. Una transformación que permitirá al protagonista desmarcarse de los rígidos dogmas de su mundo, aunque sea a costa de escandalizar a su conservador entorno.