Carol es una de esas obras atemporales construidas con una sensibilidad y energía sensorial apabullantes, una obra destinada a trascender el ámbito de lo contemporáneo. Narrada desde una visceralidad palpable, el largometraje nos hace partícipes del mundo de Therese, una dependienta de un almacén de juguetes que en su tiempo libre se dedica a hacer fotografías de “pájaros, ventanas y cosas” para escapar un poco de la monotonía en la que vive. Una monotonía que se bifurca un día al conocer a Carol, una enigmática mujer por la cual se siente fuertemente atraída. Esto desencadena una serie de situaciones que hacen pasar a la protagonista por un drama moral y sentimental. Presenciar esta obra de Todd Haynes supone una inmersión total en un relato sublime lleno de diálogos inteligentes, atmósferas nostálgicas y una fotografía espectacular y envolvente. Basado en la novela “Carol” de la escritora Patricia Highsmith, este filme es una de las grandes obras del 2015.

Es de suponer que trasladar la intensidad emocional de una obra literaria a una película es un arduo trabajo que debe abordarse con cautela, por el simple hecho de que en la palabra se pueden expresar y describir diferentes sensaciones o espacios con minuciosidad, algo que una obra audiovisual no puede darse el lujo de tener ya que se debe sintetizar al máximo, lograr contar con imágenes lo importante y sobre todo lo esencial. El director tomó como referencia el libro y construyó unos personajes cuya psicología es profunda y se acopla al discurso que propone; Therese una mujer que toma fotografías de cosas vacuas se da cuenta que debe “interesarse mas en las personas y no solo en las cosas”, aprender a ver mas allá de lo que los ojos ven, no solo la punta del iceberg, es aquí cuando se da cuenta que vive siguiendo las reglas de la sociedad y su vida da un vuelco total.

Obviando la orientación sexual de los personajes de la obra, Haynes nos muestra una tesis donde lo importante no es el lesbianismo en una época de censura y represalia, sino que nos habla del amor entre dos seres humanos, ignorando algo tan vano y vaporoso como el género sexual. En una estructura social hegemónica (en este caso a finales de los 40’s – inicio de los 50’s en Estados Unidos) el hecho de que dos mujeres quisieran estar juntas implicaba un conflicto moral, eran alienadas y marginadas, por el único el “crimen” de amarse, de transgredir ese sistema tajante que dicta que un hombre debe estar con una mujer y viceversa.

CAROL

Narrada entre silencios y movimientos de cámara lentos pero fluidos, Carol nos absorbe desde el inicio, variando el puntos de vista entre ambos personajes para mostrarnos ambas partes de la historia; por un lado la vida desastrosa de Carol y su relación con su familia y por otro a Therese con su novio y cómo ambas vidas confluyen en un momento determinado para fundirse por completo.

A nivel estético el filme varía según la intencionalidad del director y sobre todo del estado de los personajes, a lo largo de la película las tonalidades varían entre el rojo y verde denotando la inestabilidad que sufre Therese y el cambio por el que está pasando, remarcando también la censura de una sociedad podrida y poco receptora.
Cámaras en movimiento y composiciones donde el “aire” entre los personajes transmite la lejanía a la que se ven sometidas en ese desequilibrio de la “normalidad”. Utilizando elementos narrativos particulares nos hace acercarnos e identificarnos con Therese, siendo uno de los elementos de mayor fuerza las manos; los gestos y los roces entre las protagonistas son rodados de tal manera que sentimos la intimidad con la que se tocan, un roce entre ellas no es cualquier roce, se dan secuencias en el coche donde las manos toman protagonismo, imágenes teñidas de una poética sublime y se mezclan con planos filmados a través de ventanas, ventanas que a mi parecer representan la sociedad y la manera de dividirlas, de separarlas y de esta manera que el deseo entre ellas crezca.

En definitiva Carol es una película que apela al espectador y genera, a diferencia de muchos largometrajes que se ven ahora más preguntas que respuestas. ¿Somos una ventana, una barrera imperceptible para las relaciones interpersonales? ¿Puede un ser humano capaz de amar a otro ser humano sin importar su género? Carol es la prueba realizada con sangre y lágrimas de que ese muro debe ser derribado.