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CEMETERY OF SPLENDOUR. Apichatpong Weerasethakul. 122 minutos. Tailandia/Reino Unido/Francia/Alemania/Malasia/México/Estados Unidos/Noruega (2015). Con Jenjira Pongpas, Banlop Lomnoi, Jarinpattra Rueangram.
La dimensión elegíaca de Cemetery of Splendour se halla escondida a plena vista: en los retratos de antiguos dictadores que cuelgan de las paredes de un hospital, en la omnipresencia militar, en las imágenes de indigentes o en los carteles que prometen una vida próspera a las mujeres tailandesas que decidan casarse con occidentales. Una de esas mujeres parece ser Jen (Jenjira Pongpas), a la que ya habíamos visto en Blissfully Yours y Tío Bonmee que recuerda sus vidas pasadas. La dimensión “familiar” de la obra de Apichatpong se acrecienta en Cemetery: además de a Jen, reencontramos al soldado Banlop Lomnoi (aquí llamado Itt), que perseguía al hombre/tigre de Tropical Malady. Y luego, como los tres protagonistas de Blissfully Yours, Jen y Banlop forman una suerte de familia adoptiva junto a Keng (Jarinpattra Rueangram), una medium que dialoga con los espíritus de unos soldados durmientes embrujados por antiguos monarcas.
Una de las cuestiones más intrigantes de Cemetery es el modo en que Apichatpong conecta lo material y lo intangible, por ejemplo disociando sin mayores alardes las nociones de cuerpo e identidad: Itt se mete en el cuerpo de Keng sin ninguna de las florituras plásticas que suelen acompañar a las posesiones en el cine fantástico o de terror. La transmigración espiritual simplemente sucede. En este mismo sentido, las princesas de un santuario deciden presentarse ante Jen “vestidas de calle”. Esta exploración de un cine fantástico sin aparente fantasía se materializa gracias a un extrañamiento próximo al realismo mágico, vaciado aquí de melodramatismo y recubierto por un subyugante halo onírico. En definitiva, estamos ante un cine fantástico radicalmente asordinado que remite a la concepción de lo fantasmagórico de Jacques Rivette o al ejercicio de ilusionismo de Birth de Jonathan Glazer, otra película inclasificable.
Como suele pasar con Apichatpong, los contrarios se hermanan, dialogan. Cemetery puede que sea su película más fantástica en los temas (rivalizando con Tropical Malady) y más realista en las formas (junto a Blissfully Yours), un film donde la noción de magia brota gracias a la valiente decisión de conservar intactos los atributos reales de las imágenes… aunque también es cierto que en el cielo del film flotan amebas gigantes. Manu Yáñez (crítica completa en Otros Cines Europa).
PAULINA. Santiago Mitre. 103 minutos. Argentina/Brasil/Francia (2015). Con Dolores Fonzi, Oscar Martínez, Esteban Lamothe, Cristian Salguero.
La primera escena de Paulina (un plano-secuencia de ocho minutos) podría ser perfectamente la continuación de El estudiante, la anterior película de Santiago Mitre. Claro que no se trata de una asamblea universitaria sino de la charla descarnada entre un influyente juez (Oscar Martínez) y su hija Paulina (Dolores Fonzi), que ha decidido abandonar su prometedora carrera judicial para embarcarse en un proyecto como maestra rural en un área desfavorecida. ¿Cuáles son los motivos que llevan a la protagonista a dejarlo todo y emprender un viaje en semejantes condiciones? ¿Acto de rebeldía, voluntarismo, militancia, hartazgo frente a una vida demasiado previsible? El diálogo (in)tenso entre padre-hija deja en claro que los muy diferentes puntos de vista de cada personaje y los postulados de la corrección política estarán en el centro del debate, provocando y obligando al espectador a que se replantee una y otra vez sus convicciones.
Inspirada en el clásico argentino La patota (1960), de Daniel Tinayre con Mirtha Legrand, el film de Mitre, coescrito con Mariano Llinás (Historias extraordinarias), desarticula la veta más religiosa del original y plantea un desafiante ensayo sobre convicciones más intelectuales que místicas. ¿Cómo reaccionar frente a un hecho tan duro como una violación seguida de embarazo? Paulina responde este interrogante planteando un arriesgado juego pendular donde se nos invita a empatizar y, a los pocos segundos, a rechazar por completo a Paulina, a sus decisiones, acciones y omisiones.
Más allá de algunos pasajes donde el uso de la cámara en mano pegada a los personajes transmite la precariedad y urgencia de la situación, Paulina es, sobre todo, una película de actores. Sobre ellos –especialmente sobre la heroína/mártir que interpreta Dolores Fonzi– descansa y se sostiene la potencia dramática de un film que desperdicia un poco a los personajes secundarios y que tiene algunas escenas que resultan demasiado forzadas y didácticas, como para justificar ciertas vueltas de tuerca. De todas maneras, más allá de esos pequeños pasajes, Paulina resulta una película audaz e inteligente, características que no abundan en el cine industrial argentina. Diego Batlle
UNE JENEUSSE ALLEMANDE. Jean-Gabriel Périot. 93 minutos. Francia-Suiza-Alemania (2015).
Hay un camino que parece imposible de explicar: el que lleva de la práctica política al ejercicio de la violencia. Una evolución que por compleja, y quizás inextricable, resulta fascinante. Ese camino es el que pretende recorrer el primer largometraje del francés Jean-Gabriel Périot, focalizándose en la figura de Ulrike Meinhof, periodista alemana, activista política, y posteriormente, líder del grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo, que acabaría con la vida de 34 personas en la Alemania de los años setenta del pasado siglo. Périot, que a lo largo de casi quince de años de trabajo audiovisual, se ha dedicado a explorar las formas de representación y uso de la violencia, ha convertido su cine en un arma contra el pensamiento blando. Así, su primer largometraje, estrenado en el Festival de Berlín, ofrece un trabajo de archivo que busca no solo reconstruir el salto de Meinhof entre ideales y acción directa, sino proponer también un retrato de nuestra época. Aniquiladas, aparentemente, las grandes ideologías políticas en favor de un capitalismo criminal, ¿qué podemos aprender de las guerras y guerrillas de nuestro pasado reciente? ¿Qué preguntas hemos de hacernos a la hora de enfrentarnos a la disyuntiva entre ideales y acción? ¿Cómo podemos enfrentar la lucha política sin repetir los errores del pasado?
Dejando de lado la parte más afilada, y quizás experimental, de sus trabajos anteriores, Périot se entrega sin reservas a un brillante ensayo audiovisual basado, no tanto en la espectacularidad del juego audiovisual, sino casi exclusivamente en la inteligente construcción de un discurso a través de las imágenes de archivo. “Uso el cine para pensar, para tratar de entender el mundo. Y en el fondo, para preguntar a la audiencia: ¿Por qué?”, afirmó Périot en una entrevista concedida al diario Público con motivo de una retrospectiva en Documenta Madrid 2008, “y trabajo el pasado para intentar entender el presente (…). Por eso es tan importante entender nuestra historia y entender las violencias del presente”. En una era en la que el bombardeo audiovisual contribuye a la desmemoria, echar la vista atrás es un gesto revolucionario. Gonzalo de Pedro Amatria
HITCHCOCK / TRUFFAUT. Kent Jones. 80 minutos. Francia-Estados Unidos (2015).
En el marco de la excelente sección Cannes Classics, donde el Festival de Cannes exhibe decenas de clásicos restaurados, el notable crítico estadounidense Kent Jones (con la ayuda en el guión de su no menos prestigioso colega francés Serge Toubiana) presentó Hitchcock/Truffaut, largometraje que narra la historia del libro fundamental publicado en 1966, en el que el por entonces joven director de la nouvelle vague entrevistó durante 8 jornadas en Los Angeles (¡9 horas por día!) al maestro británico.
El film incluye –además del excelente material de archivo que va desde escenas de películas hasta storyboards y fotos, pasando por fragmentos de la mítica charla entre Truffaut y Hitchcock– diversos análisis de los hitos de la carrera del maestro del suspenso (con énfasis en sus clásicos como Vértigo y Psicosis) por parte de directores como David Fincher, Martin Scorsese, Wes Anderson, Richard Linklater, Olivier Assayas, Kiyoshi Kurosawa, Peter Bogdanovich, Arnaud Desplechin, James Gray y Paul Schrader. Nada menos. Puede que el armado final sea demasiado didáctico y elemental (su difusión será, seguramente, más televisiva que en salas), pero no deja de ser un hermoso homenaje cinéfilo y una clase maestra sobre dos de los mejores autores de todos los tiempos que, además, se admiraron mutuamente. Diego Batlle
LA NOVIA. Paula Ortiz. 95 minutos. España-Alemania (2015). Con Inma Cuesta, Alex García, Asier Etxeandía, Leticia Dolera.
Presentada en el pasado Festival de San Sebastián, esta película de Paula Ortiz (De tu ventana a la mía) se acerca con considerable osadía a las Bodas de sangre de Federico García Lorca. Durante su visionado, no pude evitar sentir una simpatía complementada con puntuales estallidos de jolgorio ante una propuesta que no tengo del todo claro donde ubicar en un paisaje de excepciones e insularidades como el del cine español actual (y de siempre). Ortiz se las ve con Lorca sin miedo al ridículo ni a la lírica, más bien con una confianza plena en la fuerza evocadora de sus versos y depositándose en los hombros de su más que acertado reparto, para llevar a buen puerto este polvoriento western de mujeres. Desconozco el proceso de gestación de La novia, si fue un parto feliz, si fue complicado, si fue tan árido como los paisajes de la película o más bien no, pero el caso es que tiene problemas de sobreproducción, no sé si me haré entender: tanto a nivel de fotografía como en lo que respecta al montaje, demasiado rápido y cortante en ocasiones, muy de videoclip, a menudo la película parece empeñada en no querer distanciarse en exceso de ese aspecto y esos colores que a veces parece que sean siempre los mismos en un cierto cine español, digamos, de calidad. Cuando se quiere poner turbia o violenta, a menudo deviene vulgar. Hay pasajes hermosos, contagiosos, como el momento en el que La Novia sale a cantar La Tarara, y otros en el que un arrobamiento excesivo desactiva la intensidad de los versos de Lorca, como ese duelo final punteado por el Pequeño vals vienés. Pese a todo, pese a sus imperfecciones, es una película que te mantiene con los ojos y los oídos abiertos y te recuerda que hay cosas, pasiones, que no mueren con el tiempo. Ojalá sea cierto eso que decía Gil de Biedma en su poema “Pandémica y celeste”, que mueren en paz los que han amado mucho. Toni Junyent