Carlos Losilla aseguraba sobre El río que “muchas de las imágenes del film parecen pertenecer más a un documental que a una película de ficción: la historia se pierde, se confunde en los meandros de la realidad. Renoir, por ejemplo, filma las festividades nativas como si únicamente se tratara de un estallido de cuerpos y colores, e incluso se atreve a romper el hilo argumental para incluir la puesta en imágenes de una leyenda inventada por la protagonista. Lo que importa no es la solidez de la trama, sino la autenticidad de lo que se muestra”. De algún modo tras sus palabras se esconde una definición perfecta de la película de Renoir: en El río la ficción y la realidad se funden en un solo ente, uno que resulta tan bello como crudo pero, sobre todo, auténtico. El río es tal vez una de las películas más humanistas de la historia, una obra maestra que supuso el debut de Renoir en el color y cuyo grado emocional es directamente proporcional al cuidado de sus detalles. La cinta del cineasta francés se llevó el Premio Internacional de la Crítica en el Festival de Venecia de 1951. Endika Rey

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