Después de devolver la gloria a los grandes estudios, entonces algo en decadencia frente al Nuevo Hollywood, con el tremendo éxito mundial de Tiburón (1975), Steven Spielberg contaba con el crédito para sacar adelante cualquier proyecto personal. Por supuesto, sin escasez en cuanto a medios y presupuesto. Y apostó por acercarse a la ciencia-ficción, género que luego se convertiría en un lugar recurrente en su filmografía, pero como vehículo para abordar los temas que realmente la interesaban: las relaciones familiares y la infancia. Cuarenta años celebra este 2017 el film de Spielberg y visto con perspectiva ya ha alcanzado la categoría de película de culto dentro del género: más que por sus valores cinematográficos por la forma en la que forjó algunos arquetipos y modelos que sirven como bases para muchas películas posteriores. Desde que Roy (Richard Dreyfuss) avista un OVNI al principio de la película nada vuelve a ser lo mismo en su vida; ni tampoco en la de los espectadores que no podrán olvidar esos espectaculares planos nocturnos, la pegadiza banda sonora y la presencia de François Truffaut en el papel de investigador. Fernando Bernal

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