Pese a todo el éxito y aparente consenso crítico que tuvo el cine de Christopher Nolan en sus inicios, poco a poco se fue creando una corriente en contra que incidía, entre otras cosas, en lo subrayado de algunos de sus recursos narrativos y la sobreexplicación de sus diálogos. Para cuando se estrenó El caballero oscuro, esta vertiente —antes medianamente tímida—, explotó en internet y el fandom extremo por la cinta hizo que los anti-nolanianos saliesen del armario ya sin ningún tipo de reparo. Una de las mayores críticas que se le achacan a El caballero oscuro es la supuesta auto-importancia que se da a sí misma la película de súper héroes: estamos antes la primera adaptación del hombre murciélago que se aleja del componente pulp o freak propio de la criatura creada por Bob Kane y Bill Finger. El caballero oscuro es cine negro sin final feliz, y muchos vieron en esa decisión una necesidad de Nolan por epatar a toda costa. Todas estas críticas son en parte ciertas pero también es verdad que El caballero oscuro ofrece lo pocas veces visto: una gran superproducción de estudio que se toma en serio a sí misma, que fusiona géneros a la perfección y da un paso hacia delante en el retrato del héroe, en su relación con el antihéroe y en la descripción de una ciudad y unos personajes que pasa por el filtro de lo real. Para algunos, Nolan no supo entender el material del que partía. Para otros, El caballero oscuro y sus ganas de cambiar de perspectiva son un gran paso hacia delante. En lo que ambos bandos coinciden es en que estamos ante una película histórica tanto por lo que es como por lo que significa. ER

Programación completa de la sala Phenomena