Las películas también pueden ser como una canción punk: breves, rabiosas. Pensadas para bailarlas muchas veces descubriendo, en cada escucha, que bajo la velocidad y el impulso se esconde una letra, una palabra, una idea, una pregunta. Camilo Restrepo hace películas como canciones punk. Rápidas, deliberadamente imperfectas, orgullosas de su estética sucia en 16mm. Películas que bajo su ritmo, bajo su estructura musical, fruto de un montaje preciso, esconden muchos misterios. En Cilaos, rodado con la cantante de la ex colonia francesa de La Reunión Christine Salem, y su banda de músicos-magos, Restrepo despliega una ficción sonora, magnética y política sobre la herencia, la muerte, la música y el arte como vías de conocimiento más allá de lo visible. Una canción, con una historia inacabada sobre fantasmas pasados y heridas post-coloniales. Una canción y una película como un acto de brujería, como una puerta por abrir, en la que los personajes emergen como figuras arrancadas del pasado para ajustar cuentas con nuestro presente. Gonzalo de Pedro Amatria

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