El año pasado coincidieron en el mismo tiempo en la cartelera algunos interesantes thrillers de producción española que propiciaron que se hablara de un resurgimiento del género. Al menos, concebido desde una óptica local y con elementos propios y diferenciales. Uno de ellos fue Que Dios nos perdone, segundo largometraje en solitario de Rodrigo Sorogoyen, tras el éxito de Stockholm. Ahora, con muchos más medios que en su debut, el director –siempre con el respaldo en el guion de su cómplice Isabel Peña– aborda el género policíaco de una manera personal. Hay una pareja de agentes antagónicos en sus personalidades, que persiguen a un asesino en serie y también están los típicos problemas de asuntos internos dentro del cuerpo. Pero Sorogoyen introduce todos estos elementos esenciales (por así llamarlos) en un contexto asfixiante y reconocible. La visita del Papa para encontrarse con los jóvenes en 2011, la crisis económica, los movimientos sociales de protesta contra el poder… Madrid es como un horno en el que hace calor, se suda y el mal anda suelto. Thriller atmosférico, como podía ser Seven, pero con sol abrasador en lugar de lluvia; y thriller, sobre todo, de atmósferas que confirman el talento de este director para crearlas. Fernando Bernal

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