Tras el éxito comercial de La mosca (1996), David Cronenberg se encontraba, por primera vez en su carrera, ante la oportunidad de salta al cine de los grandes estudios. Su nombre sonó para sagas, para películas que luego fueron auténticos taquillazos (Instinto básico, por ejemplo) y para llevar a la pantalla importantes best-sellers. Sin embargo, el canadiense optó por adaptar el libro de Bari Wood y Jack Geasland en el que relatan la historia real de dos hermanos gemelos que compartían profesión (ginecólogos), obsesiones, la adicción a las drogas y un desenlace fatal común. La historia se adaptaba a la perfección al universo Cronenberg, una nueva vuelta de tuerca al concepto de la Nueva Carne, que muta lo que podía haber sido un telefilm en una obra oscura, retorcida, repleta de aristas y pliegues, con una imaginería y una puesta en escena depuradas que, sin embargo, desembocan a nivel conceptual muy cerca de sus primeras películas. Además, la imagen de los dos gemelos (interpretados de una manera convincente por Jeremy Irons) en un quirófano con sus mascarillas sigue provocando escalofríos. Fernando Bernal

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