William Friedkin fue uno de los nombres esenciales del movimiento que ha pasado a la historia como Nuevo Hollywood. Es decir, el grupo de directores que, como dijo Dennis Hopper, habían llegado para “enterrar” a los veteranos que seguían teniendo bajo su amparo los grandes estudios. Contra todo y contra todos, parecía ser su lema. Y Friedkin, fue primero partícipe de su movimiento y, luego, uno de los que firmaron (involuntariamente) su defunción. El éxito comercial y entre la crítica de The French Connection (1971) y El Exorcista (1973) consiguieron que la maquinaria de Hollywood acabara adoptando a este grupo de jóvenes airados (a todos, menos a Hopper, hay que reconocerlo). A Friedkin el salto no le vino bien y su carrera entre los 80 y los 90 es más bien errática. Aunque siempre con destellos de talento y, sobre todo, demostrando que cuando mejor funciona es cuando va contracorriente. Killer Joe es uno de sus títulos recientes más brillantes. Un relato repleto de aristas, oscuro, que lleva el thriller al terreno ‘redneck’ hasta conseguir un film repleto de situaciones extremas (y resueltas con habilidad caligráfica tras la cámara), que siempre ha sabido retratar tan bien el director. ¿Y el argumento? Pues podría resumirse en: “Yo contraté a un asesino a sueldo… y me arrepiento”. Fernando Bernal

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